Mi querido Bartolo: ayer me resultó imposible acudir a nuestra cita con el blog. Lo lamento de veras. No pretendo justificarme, pero créeme si te digo que pasear por el pequeño claustro del monasterio franciscano de Louro te transporta a otro mundo; tanto, que me quedé a comer en la hospedería. Y la guinda, Muros, una auténtica sinfonía en piedra, con sus arcadas, bajo las que tiempo ha se guarecían las pequeñas embarcaciones de pesca cuando se presentaba el temporal; con sus calles empedradas; con sus estrechos callejones, a veces de escalones, su grandiosa colegiata con una serpiente esculpida en el interior de la pila del agua bendita (la serpiente es la depositaria del saber en la mitología) y tantos atractivos más. Y un kilo de fanecas que compré al lado de la lonja (¡cuánto tiempo hace que no tomo fanecas!), porque volvía a la casa en que nací. Hoy, Porto do Son y el faro de Corrubedo, fin del viaje.
Buena descripción de mi pueblo, que supongo el tuyo. Siempre gusta encontrarse distintas visiones sobre el pueblo que quieres. Un saludo de un pesco desde Dublin
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