
Los persas de la antigüedad clásica, bajo el cetro de Ciro (Ciro II el Grande), fueron los dueños del mundo conocido de la época. En realidad, para que esta aseveración sea real debo escribir que a falta de conquistar un país-tribu, los maságetas, en las estepas del Asia profunda. Y el gran Ciro puso manos a la obra. Utiliza el ardid de pretender en matrimonio a Tomiris, la reina de los maságetas, pero ella se da cuenta de la estratagema y lo rechaza. Ciro, entonces, le declara la guerra y pone en marcha una abrumadora expedición: columnas de soldados, animales y máquinas para la batalla; vencen desfiladeros en las altas montañas, atraviesan desiertos, caminan por estepas sin fin…, y el monumental ejército es diezmado por la naturaleza, con soldados despeñados, muertos de sed, perdidos en la estepa… En medio de semejante desolación, sólo Ciro viaja con comodidad, con tanta comodidad como muestra este botón: le sigue una recua de carros tirados por mulas que trasladan vasijas de plata que portan agua hervida, naturalmente que custodiadas con solicitud. Los soldados se mueren de sed al lado de carros llenos de agua hervida y fresca. Hasta aquí quería llegar, Tolico. Satisfago tu curiosidad: Ciro sufre una derrota épica y Tomiris le corta la cabeza.
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