miércoles, 28 de marzo de 2012

"Parole", "parole", "parole" o la ley del embudo


¡Qué desgracia! Son incapaces de respetar hasta las formas: ellos solidarios, pero que el descuento nos lo practiquen a los demás. Luego se les llenará la boca de babosadas. ¡Pena de país!

lunes, 26 de marzo de 2012

El descabello o por qué me sumo a la huelga general

Huelga de 1917.


De modo rutinario, intento vivir en paz con mi yo, intento ser consecuente con mis convicciones, y he de reconocer humildemente que no siempre lo consigo. Por ello, desde que el Gobierno llevó al BOE su reforma laboral me mantengo expectante. Me descolocó que, en un primer momento, los sindicatos mayoritarios se planteasen esperar al otoño para invitar a la ciudadanía a mostrar nuestro rechazo a esta acción del Ejecutivo a través de una huelga general. Ya sé que los sindicatos, socialmente, no viven su mejor momento, pero son lo que tenemos y darles la espalda no mejorará nuestras condiciones como trabajadores. Por fin, cambiaron de actitud y plantean esa huelga general para el próximo jueves 29 de marzo.
Insisto, desde que se hizo pública la convocatoria, reflexiono en torno al asunto. Sin entrar a analizar el texto del documento publicado en el BOE, técnico, prolijo y espinoso para los legos en la materia, resulta esclarecedor observar la satisfacción de la patronal y el empeño de sus voceros para convencernos de la necesidad de la reforma, de lo ajustado de la misma y de los beneficios que para los españoles se derivarán de su aplicación. ¡Malo, malo, malo!
Echo la vista atrás y viene a mi memoria don Felipe González. Los últimos años de su presidencia fueron duros y difíciles para muchos españoles. Él implantó los contratos basura; a fin de causar el menor revuelo, la estrategia en aquel momento consistió en no modificar las condiciones de los trabajadores ya fijos. Desde entonces, se intentó que esos contratitos, por llamarlos de alguna manera, evolucionasen a indefinidos, y se engrasó a las empresas, pero los contratitos se rescindieron en unos casos y se encadenaron en otros, pero en su mayoría no cuajaron como quisiéramos los trabajadores. Doy un salto en el tiempo y me sitúo en la etapa del señor Aznar. ¡Albricias! ¡No sé cuántos millones de empleos creados! Uno de ellos, el de nuestro hijo adolescente que participó en la grabación de un spot televisivo durante cuatro horas. ¿A quién engañarán? Luego, el señor ZP y sus ministros, ministras, ministrines, ministrinas y una reforma laboral impensable en un presidente de Gobierno supuesto líder de un centenario partido político que ostenta —¿ostenta?— la S de socialista y la O de obrero en sus siglas. ¡Cuánta ineptitud y cuánto engaño!
Y ahora, el señor Rajoy y los suyos. Y vuelta la mula al trigo. Hete aquí que uno de los argumentos que proclaman es la necesidad de eliminar la brecha existente entre contratos temporales y contratos indefinidos. Y no falta quien arguya que la legislación laboral era franquista. ¡Y no se les dobla la lengua! ¡Y se quedan tan frescos! La evolución de los hechos me lleva a pensar en un plan diseñado por no sé quién hace no sé cuánto tiempo para dar la vuelta a la tortilla y devolvernos a los tiempos de las zapatillas de esparto. Con la reforma actual, los nuevos salvadores dicen aspirar a evitar despidos y a crear empleo, pero la realidad es que la letra del BOE anuncia más facilidad para el despido que las empresas ya están aprovechando. Y no solo eso, sino que deja al trabajador a los pies de los caballos del empresario, el descabello, un siglo de retroceso en cuestión de unos meses, la vuelta a la lucha de clases.
Por todo esto, debo sumarme a la huelga general y me sumo a ella. En función de mis circunstancias personales, es muy probable que la reforma no me afecte en mi persona, pero sí podría hacerlo en la de los míos. Por ellos, por tantos trabajadores afectados, por tantos trabajadores que quisieran seguirla pero que por una u otra razón no podrán hacerla, por la memoria de tantos trabajadores anónimos que, con grave riesgo para sí y para los suyos, a veces soportando incluso penas de cárcel, lucharon para que mejoraran nuestras condiciones como trabajadores, por la memoria de mi padre, marinero afiliado a un sindicato de clase en tiempos en que tal veleidad era pecado mortal con derecho a excomunión…, por todos ellos y por mí y mi conciencia, me sumo a la huelga general del próximo 29 de marzo y a la subsiguiente manifestación.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Sin título, o sin imaginación para encontrarlo

¡Pena de país!


O programación y contraprogramación


lunes, 5 de marzo de 2012

El que rompe, paga

Mi querido Tolico:
Sin adelantar acontecimientos, que en todas partes cuecen habas, ¿cuántos concejales, alcaldes, presidentes de Diputación, de Comunidad Autónoma, de Gobierno, de Caja de Ahorros... españoles deberían verse en este trance? No existirían jueces ni cárceles para tanto chorizo, y así nos va: los ciudadanos anónimos debemos hacer frente a todo el expolio y el saqueo habidos. ¡Que Dios nos pille confesados!