viernes, 28 de octubre de 2011

Hoy







jueves, 27 de octubre de 2011

Cuadrante número 22



Mi querido Tolico:

Hace poco, los amigos de Vilanova de Arousa me obsequiaron con el número 22 de Cuadrante. De nuevo, mi gratitud por su atención.

El número 22 de Cuadrante es especialmente extenso y, como siempre, promete. Acabo de leer el primero de sus artículos, El último año en la vida de don Ramón del Valle-Inclán, de Manuel Alberca y Joaquín del Valle-Inclán. Un último año especialmente difícil en la persona de un hombre de setenta años, viejo para la época, aquejado de neoplasia de vejiga, en puertas del viaje definitivo, separado, separación que le exigía el desembolso mensual de 2.500 pesetas, con tres hijos a su cargo en fase de formación, incapaz de escribir por razones de salud… ¿Año difícil? Mejor podría decirse que ¡imposible!

El artículo recorre los hitos de esos meses, los altibajos de su mal, los aspectos sobresalientes de su correspondencia, su fe en la ciencia del doctor Villar Iglesias y el ingreso en su clínica, los momentos de optimismo y de desesperanza, los tópicos, la fallida propuesta de su amigo don Victoriano García Martí de homenajearlo regalándole un pazo, su empeño por completar El trueno dorado…, su lucha a muerte con la muerte y el desenlace previsible. Y todo ello ilustrado con periodísticas fotografías y reproducciones de valiosos documentos.

En paralelo, leo en la edición digital de La Voz de Galicia que mi amada Pobra do Caramiñal, coincidiendo con el 75 aniversario de la muerte de don Ramón y en colaboración con varias instituciones, programa y ejecuta un rosario de actos en memoria de Valle-Inclán. Chapó por la iniciativa. Lástima que este egregio gallego universal no haya sido objeto de ese merecido homenaje hace tres cuartos de siglo y aún antes.

Y, también en paralelo, leo que Unamuno acaba de ser rehabilitado como concejal de Salamanca, honor del que fue despojado en 1936. ¡También 75 años después del despojo y de su muerte!

¿Qué nos sucede a los seres humanos? ¿Dónde radica nuestra incapacidad para reconocer la talla intelectual de hombres como Valle o Unamuno?

Como colofón, mi querido Tolico, reflexiona en torno a este pensamiento de don Miguel: «Somos padres de nuestro porvenir y no hijos de nuestro pasado», a lo que yo me pregunto si, tal vez y a la vez, somos hijos de nuestro pasado y padres de nuestro futuro.

miércoles, 26 de octubre de 2011

El despilfarro nuestro de cada día





martes, 25 de octubre de 2011

... y continúa el derroche


lunes, 24 de octubre de 2011

domingo, 23 de octubre de 2011

A vueltas con el derroche


jueves, 20 de octubre de 2011

Y vuelta la mula al trigo


martes, 18 de octubre de 2011

«Cuando la ley es injusta, es peor que un ladrón callejero» (Federico II)

El molino de la discordia.



Mi querido Tolico:

A la imparcialidad de la Justicia alemana, con mayúscula, y a la fe de los alemanes en ella en tiempos de Federico II ya nos hemos referido en otro momento en esta atalaya. Profundicemos un poco en la curiosidad.

En la entrada anterior glosábamos las espléndidas construcciones realizadas por Federico II en Potsdam. La residencia de verano, un magnífico palacio, situada en el entorno de la fabulosa plantación de vides e higueras a que nos referimos entonces, se halla levantada frente al molino de Mühler Grävenitz. En realidad, el rey quiso levantar su palacio en la ubicación del molino, pero el molinero se negó a vendérselo. Imagino la sorpresa y el mal humor del monarca, acostumbrado a realizar su voluntad; así que intentó persuadirlo haciéndole saber que podría «retirarle» la propiedad, a lo que el molinero le respondió que «Por supuesto, cuando en Berlín no exista tribunal a donde yo pueda acudir».

Y Federico II desplazó el lugar de construcción del palacio. Cuentan las crónicas que el rey ayudó al molinero en momentos difíciles y le exoneró de pagar impuestos en esas coyunturas. Y siguen refiriendo las crónicas que, años después, ante una peripecia semejante a la vivida por Federico II, unos jueces fallaron a favor de un noble y en contra de un molinero. Enterado el rey, Federico II «canceló la orden y envió a los jueces responsables de todas las instancias a los calabozos de Spandau», y pronunció el mensaje que recojo en el título de la entrada.

Y yo, mi querido Tolico, no puedo evitar preguntarme: ¿Cuántas leyes y normas injustas nos oprimen? ¿Cuántos jueces deberían conocer Spandau?


lunes, 17 de octubre de 2011

Y Federico II creó el invernadero



Mi querido Tolico:

A escasa media hora de viaje en automóvil desde Berlín se halla Potsdam. Aparcamos en las inmediaciones de Brandemburger Straβe en busca de la oficina de turismo, y la primera impresión es que llegamos a una ciudad acogedora. Es domingo, la mañana resulta soleada, espléndida, y la calle Brandemburger, peatonal, acoge una especie de Rastro madrileño agradable de recorrer.

Igual que escribimos cuando nos referíamos a Berlín, éste es también otro mundo. En la oficina de turismo adquirimos, o sea, pagamos, un folleto turístico algo mayor que un DIN A3 impreso a color por las dos caras conteniendo curiosidades en torno a la villa redactadas en castellano (dos euros). Y la inmediata reflexión: España, ¿potencia turística? Pues, tal vez deberíamos repensarnos.

Potsdam ha cumplido más de  mil años de existencia, es conocida como el Versalles prusiano por sus espléndidos palacios, y en el verano de 1945 acogió a Stalin, Churchil y Truman, que allí administraron la victoria.

Federico II tenía debilidad por Potsdam, su residencia preferida, hecho que resulta perfectamente comprensible cuando visitas sus palacios. De ellos, atrajo particularmente mi atención su residencia de verano, otra preciosa joya arquitectónica. Situada en la cima de una pequeña colina, desde esa cima se desciende a través de dilatados escalones en los que el monarca, además de plantar vides, practicó oquedades en la vertical del escalón y en ellas plantó pequeñas higueras que protegió con puertas de hierro acristaladas que alivian al frutal de la adversa climatología: así consiguió respetable y admirada cosecha de higos. He aquí que Federico II, tal vez sin proponérselo, revolucionó el cultivo agrícola poniendo en marcha el que yo supongo el primer invernadero de la Historia.

domingo, 16 de octubre de 2011

jueves, 13 de octubre de 2011

Saturación

Mi querido Tolico:
Incapaz de seleccionar una o dos noticias, me echo al monte.


95 años después, «Manólogos», con Nebra


Pero, ¿no gozábamos del más saneado sistema bancario?

¿Democracia?

¿Justicia tres años después?

¿Error?

Y vuelta al derroche







miércoles, 12 de octubre de 2011

¿Vendetta?, y vuelta al despilfarro



lunes, 10 de octubre de 2011

¡Será desgraciado!


domingo, 9 de octubre de 2011

jueves, 6 de octubre de 2011

miércoles, 5 de octubre de 2011

«Cambiaría toda mi tecnología por una tarde con Sócrates» (Steve Jobs)



Mi querido Tolico:

He de confesar humildemente que mi curiosidad por Steve Jobs deriva de la admiración que le profesa nuestro colega Asier. El señor Jobs, como otros gurús de entre siglos, nos acompañó en comidas y cenas y sigue siendo referencia en multitud de conversaciones familiares. Percibiendo su evolución, cuando leí que abandonaba la responsabilidad de dirigir Apple, tuve la convicción de que su tiempo se halla tasado, y lo lamento.

Su sucesor en la empresa presentó ayer el iPhone 4S y no pude evitar acordarme de Steve Jobs, un soñador, un iluminado…, hasta dicen que un déspota. Veinte años atrás, Laurene, su hoy mujer, «Dijo que sí» a la invitación a cenar formulada por este visionario. Y hoy, ella y los tres hijos en común son el áncora de salvación de este hombre de vida agitada, multimillonario desde los veinticinco años y espejo en que se miran cientos y cientos de seres humanos de la aldea global que aspiran a abandonar el anonimato.

Cierro los ojos, pienso en la evolución física de Steve Jobs en los últimos tiempos, especialmente su extrema delgadez y su rostro huesudo y descarnado, y me pregunto qué sugerencias formulará a sus hijos (20, 16 y 14 años) y a su otra hija.

¡Larga vida, señor Jobs!

domingo, 2 de octubre de 2011