Mi querido Tolico:
Hace poco, los
amigos de Vilanova de Arousa me obsequiaron con el número 22 de Cuadrante. De nuevo, mi gratitud por su
atención.
El número 22 de Cuadrante es especialmente extenso y,
como siempre, promete. Acabo de leer el primero de sus artículos, El último año en la vida de don Ramón del
Valle-Inclán, de Manuel Alberca y Joaquín del Valle-Inclán. Un último año
especialmente difícil en la persona de un hombre de setenta años, viejo para la
época, aquejado de neoplasia de vejiga, en puertas del viaje definitivo,
separado, separación que le exigía el desembolso mensual de 2.500 pesetas, con
tres hijos a su cargo en fase de formación, incapaz de escribir por razones de
salud… ¿Año difícil? Mejor podría decirse que ¡imposible!
El artículo recorre
los hitos de esos meses, los altibajos de su mal, los aspectos sobresalientes
de su correspondencia, su fe en la ciencia del doctor Villar Iglesias y el
ingreso en su clínica, los momentos de optimismo y de desesperanza, los
tópicos, la fallida propuesta de su amigo don Victoriano García Martí de
homenajearlo regalándole un pazo, su empeño por completar El trueno dorado…, su lucha a muerte con la muerte y el desenlace
previsible. Y todo ello ilustrado con periodísticas fotografías y
reproducciones de valiosos documentos.
En paralelo, leo en
la edición digital de La Voz de Galicia
que mi amada Pobra do Caramiñal, coincidiendo con el 75 aniversario de la
muerte de don Ramón y en colaboración con varias instituciones, programa y
ejecuta un rosario de actos en memoria de Valle-Inclán. Chapó por la
iniciativa. Lástima que este egregio gallego universal no haya sido objeto de
ese merecido homenaje hace tres cuartos de siglo y aún antes.
Y, también en
paralelo, leo que Unamuno acaba de ser rehabilitado como concejal de Salamanca,
honor del que fue despojado en 1936. ¡También 75 años después del despojo y de
su muerte!
¿Qué nos sucede a
los seres humanos? ¿Dónde radica nuestra incapacidad para reconocer la talla
intelectual de hombres como Valle o Unamuno?
Como colofón, mi
querido Tolico, reflexiona en torno a este pensamiento de don Miguel: «Somos
padres de nuestro porvenir y no hijos de nuestro pasado», a lo que yo me
pregunto si, tal vez y a la vez, somos hijos de nuestro pasado y padres de
nuestro futuro.
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