martes, 8 de mayo de 2012

¿Más de lo mismo?


domingo, 6 de mayo de 2012

Día de elecciones



De uno u otro modo, el resultado de las elecciones en marcha en Grecia y Francia afectará no sólo a sus ciudadanos, sino también al resto de Europa y particularmente a los países periféricos, España de modo especial.
En los tiempos de zozobra y naufragio que vivimos, no sé por qué, viene a mi cabeza este pensamiento de Bakunin:
Para escapar de su suerte miserable, el pueblo tiene tres caminos: dos imaginarios y uno real. Los dos primeros son la taberna y la iglesia. El tercero es la revolución social.

viernes, 4 de mayo de 2012

Funcionarios, ¡a la guillotina!

Imagen de wikipedia.


Mi querido Tolico:
En el mundillo de la comunicación se decía tradicionalmente que, al acabar el día, el periódico ya es historia, ya pertenece a la hemeroteca. Leo que un viejo responsable de los servicios informativos de TVE en la última fase franquista, reconvertido desde entonces en ejecutivo primerísimo de grupo mediático en las antípodas ideológicas de aquella responsabilidad suya, que “su” periódico, el de su grupo, ya no le interesa cuando lo recibe por la mañana. ¿Es que perdió la fe en el periódico que él dirigió durante un buen puñado de años? No, reafirma, refrenda, lo que la sociedad experimenta: la vorágine de la actualidad y la inmediatez que proporciona Internet han hecho viejo el papel.
Y tú, Bartolo, puedo adivinarlo, adoptas el gesto de no entender nada, y te preguntas a qué viene esta reflexión de tu colega. Verás, Tolico, como tú bien sabes, soy funcionario, maestro, y cuando fui vapuleado por el sistema, como los de mi “casta”, rechiné los dientes, pero no utilicé esta atalaya y tribuna para quejarme ni para llevar el agua a mi molino, lo que seguramente hubiera sido legítimo, sino que preferí mantenerla al margen de mis cuitas personales. Pero, hete aquí que hoy recibo un correo de mi amigo y colega V.G. en el que me traslada la respuesta de una funcionaria a un artículo del señor Martín Ferrand. A través de Google recupero el artículo y, según lo leo, me reafirmo en las tesis de la compañera funcionaria.
Realizo el circunloquio del primer párrafo para hacerte saber que el artículo es de hace dos años, pero, por desgracia, tanto el artículo como la respuesta son atemporales en los tiempos que corren. Así que permíteme reproducirlos, y tú, valora:

M. MARTÍN FERRAND

Viernes, 12-02-10
YORGOS Papandreu, de los Papandreu socialistas de toda la vida, le ha prometido a la Unión Europea un drástico plan de austeridad para Grecia. Angela Merkel y Nicolas Sarkozy -la Europa que prospera- se han apresurado a encabezar una operación, más benéfica que beatífica, que ayude a la salvación de un Estado que, por ser parte del euro, a todos conviene su estabilidad. Es muy posible que si Papandreu padre, Andreas, no hubiera derivado hacia el socialismo durante su largo exilio en los EE.UU., y hubiera vuelto a Atenas para fundar una versión liberal de su PASOK (Movimiento Socialista Panhelénico) la historia griega de estos últimos treinta años hubiera sido muy distinta e, incluso, hubiera podido superar con holgura la mala herencia que, germinada por el fascismo de Metaxas, se asentó en el país tras su colaboracionismo nazi tras la II Gran Guerra; pero la libertad, especialmente en sus expresiones políticas y económicas, resulta incómoda incluso en la tierra en la que el hombre aprendió a pensar y en la que se fundamenta la raíz europea.
Naturalmente, los primeros en reaccionar contra las medidas de austeridad proclamadas por Papandreu han sido los funcionarios, esa casta que tiende a esclerotizar al Viejo Continente y que, con más derechos que obligaciones, se ha adueñado de la propiedad de su puesto de trabajo, al que incluso considera hereditario, y pretende vivir sin la incertidumbre que acompaña a los ciudadanos que, con sus impuestos, les retribuyen y mantienen. El sector público helénico no está dispuesto a soportar el veinte por ciento de rebaja salarial que, según los cálculos gubernamentales, resulta imprescindible para que el Estado pueda reducir su déficit y adelgazar su endeudamiento en los niveles que exige la eurozona.
Es una de las grandes paradojas contemporáneas. Los llamados servidores públicos no quieren servir, pretenden ser servidos. Es una nueva revolución a la que habrán de enfrentarse, empujados por la crisis, los gobiernos continentales que han hecho bandera del Estado del bienestar y, con ello, de la dictadura del funcionariado. Aquí, en España, ha dicho Elena Salgado que «no está previsto tocar el sueldo de los funcionarios» y, al tiempo, anuncia la vicepresidenta que tendremos «protagonismo» en la ayuda a Grecia. Habrá que preguntarle a Salgado, como a la chica del cuplé de Olga Ramos: «¿De dónde saca pa tanto como destaca?»

Respuesta
Sr. Martín Ferrand: son muchos ya los comentarios despectivos y miserables que se están lanzando contra los funcionarios, esa “casta”, como usted nos llama, de la que yo formo parte. 
Pero es precisamente su artículo de opinión, por venir de quien viene, todo un profesional del periodismo, al que yo creía objetivo y sensato, lo que me ha encendido sobremanera, y no quiero pasar por alto mi oportunidad de respuesta porque no ha podido ser más subjetivo, más insensato y, sobre todo, más erróneo en sus planteamientos contra nuestra "casta". 
En primer lugar, ni yo ni ninguno de los muchos compañeros a los que trato nos sentimos ni tenemos por qué sentirnos servidores de nadie, y mucho menos queremos ser servidos. Le aclaro que en mi declaración a Hacienda no consta que sea servidora de nadie, sino una empleada por cuenta ajena; mi empresa es la Junta de Andalucía, a la que accedí tras unas duras oposiciones y que después de 25 años de servicio como Administrativa (es decir 8 trienios), teniendo un complemento de exclusividad que me obliga a trabajar como mínimo 110 horas más al año que al personal que no lo tiene y gestionando un Negociado, cobro 1.500 euros, de los cuales usted se cree muy dueño de rebajar un 20%. 
Comenta que por la crisis es el funcionariado el que tiene que ver disminuidos sus ingresos. ¿Por qué? ¿Es que en épocas de vacas gordas el Gobierno hace conmigo reparto de beneficios? ¿Está usted dispuesto quizás a darme algo de sus ingresos cuando estos sobrepasen lo que cobra habitualmente? ¿Está dispuesto acaso a hacerlo algún profesional libre de este país? Le pongo un ejemplo muy concreto. 
Un vecino de mi bloque, trabajador de la construcción, tan discreto en ingresos como yo hasta la explosión urbanística, ha podido invertir y comprar dos pisos más en Sevilla capital. Es cierto, ahora está en paro y yo y toda mi casta hemos contribuido a que pueda cobrar el subsidio de desempleo, porcentaje que pagamos todos los meses aunque a nosotros no nos haga falta, pues jamás lo cobraremos, espero. Además, usted pretende rebajar mi sueldo un 20% para "repartir" con él  y muchos como él a los que ahora no les va bien. ¿Hablaría usted para que me cediera uno de sus pisos  y así dejar la hipoteca del único pisito que poseo y que me está quitando el sueño? Los dos creemos que él no estaría dispuesto, ¿verdad? Pues yo tampoco lo estoy a darle un 20% de mi sueldo. 
Habla también de que pretendemos vivir sin la incertidumbre que acompaña a otros ciudadanos. Pues sí, Sr. Martín, de eso se trata. Aspirar a ser funcionarios es aspirar a poco materialmente en la vida, nunca seremos ricos, pero aspiramos a la estabilidad en el empleo, recurso al que puede aspirar cualquier persona, usted también, aprobando unas oposiciones. Por tanto, si yo he aspirado a ganar poco y vivir tranquila es un derecho adquirido y no, no me he adueñado de nada ni considero mi puesto hereditario. Mis hijos se lo tendrán que currar y posiblemente más que los suyos, por venir de una familia más humilde o sencilla, como quiera llamarlo. Y es en este punto donde más me enciendo: ¿Qué derecho le asiste para proclamar a los cuatro vientos que mis dos hijos (estoy separada) tengan que vivir con un 20% menos de lo que viven? Ah, y yo declaro hasta el último céntimo que gano (y todos sabemos que eso no es así en todas las profesiones, pues hay mucha economía sumergida). Por lo tanto, no intente calentarle el ánimo a nadie con el hecho de que son los ciudadanos quienes con sus impuestos me retribuyen, nosotros también contribuimos y mucho a las arcas del Estado. 

En fin, Sr. Martín, piense más lo que escribe antes de hacerlo. Yo suscribo lo mío por entero, y, en lo que se refiere a la Sanidad, diré (y hace mucho que quiero decirlo): Llame Ud. a un fontanero, o a un electricista, por ejemplo, un 24 o un 31 de diciembre a las cuatro de la madrugada (y relato dos casos auténticos ocurridos con esos dos profesionales). ¿Cree que acudirá alguno a su domicilio? ¿Cuánto cree que le cobrará? ¿Le hará factura o le tendrá que pagar en cash además de tener que darle las gracias, aunque al día siguiente fallen las reparaciones? Yo se lo digo: después de llamar a los de la compañía de seguros de su domicilio, no irá nadie. Al día siguiente, tampoco. El primer día laborable se presentará uno que le facilitará el portero de su finca. Le dirá que, si quiere que repare la avería, le tiene que pagar en mano (creo que a eso se le llama dinero negro). Estarán en su casa: uno 7 minutos y el otro 14 minutos. Le cobrarán, uno 80 euros por 7 minutos, y otro 93 euritos por 14 minutos. 
¡¡¡ No está mal !!!  (Por cierto, al electricista hasta se le tuvieron que prestar las herramientas) 
Ahora le diré que pasaría si Ud. (o el electricista o el fontanero de la historia) un 24 o un 31 de diciembre a las 4 de la madrugada se diera una fenomenal torta con su coche (Dios no lo quiera) después de venir de una fiesta de esas a las que sólo pueden ir los que tienen sus ingresos (aunque ustedes siempre suelen ir de gorra a esos saraos, cosa que no nos ocurre a ningún funcionario). Acudirán la policía y los servicios de emergencia (todos ellos funcionarios que tienen la suerte de trabajar ese día). Le llevarán a las urgencias de un Hospital Público (donde se le admitirá aunque Ud. no tenga cartilla de la Seguridad Social. Le atenderán celadores, administrativ@s, auxiliares de enfermería, enfermer@s, divers@s técnic@s, médic@s, etc... (todos ellos funcionarios que también tienen la suerte de trabajar ese día). Pongamos que sufre un traumatismo cráneo-encefálico (repito, Dios no lo quiera). Se le llevará a un quirófano ya preparado y bien limpio (también entran en esta función l@s limpiador@s que igualmente tienen la suerte de trabajar ese día). Se le intervendrá durante varias horas esa misma noche (no el día siguiente o el otro). ¿Sabe cuánto cobraría por hora el que más cobrara (en este caso los médicos y neurocirujanos)? Alrededor de 15 euros netos. El resto se lo lleva Hacienda (aquí no vale lo del dinero negro) Imagínese lo que cobrarán los demás... ¿Sabe qué ocurriría si la operación no es de su agrado? Ud. (o el electricista o el fontanero de la historia) nos demandaría, iríamos todos a los Tribunales y tendríamos muchos problemas. 
¿Sabe qué ocurre si uno de sus artículos, o la reparación, no es de nuestro agrado? ¡¡¡NADA!!! Entonces, Sr. Martín Ferrand, ¿sigue opinando que se nos debe bajar un 20 % nuestras retribuciones? Si es así, a Ud., y a los que piensan como Ud., sólo tengo que decirles:¡¡¡Váyanse a tomar… viento fresco!!!