Imagen de wikipedia.
Mi
querido Tolico:
En
el mundillo de la comunicación se decía tradicionalmente que, al acabar el día,
el periódico ya es historia, ya pertenece a la hemeroteca. Leo que un viejo
responsable de los servicios informativos de TVE en la última fase franquista,
reconvertido desde entonces en ejecutivo primerísimo de grupo mediático en las
antípodas ideológicas de aquella responsabilidad suya, que “su” periódico, el
de su grupo, ya no le interesa cuando lo recibe por la mañana. ¿Es que perdió
la fe en el periódico que él dirigió durante un buen puñado de años? No,
reafirma, refrenda, lo que la sociedad experimenta: la vorágine de la
actualidad y la inmediatez que proporciona Internet han hecho viejo el papel.
Y
tú, Bartolo, puedo adivinarlo, adoptas el gesto de no entender nada, y te
preguntas a qué viene esta reflexión de tu colega. Verás, Tolico, como tú bien
sabes, soy funcionario, maestro, y cuando fui vapuleado por el sistema, como
los de mi “casta”, rechiné los dientes, pero no utilicé esta atalaya y tribuna
para quejarme ni para llevar el agua a mi molino, lo que seguramente hubiera
sido legítimo, sino que preferí mantenerla al margen de mis cuitas personales.
Pero, hete aquí que hoy recibo un correo de mi amigo y colega V.G. en el que me
traslada la respuesta de una funcionaria a un artículo del señor Martín
Ferrand. A través de Google recupero el artículo y, según lo leo, me reafirmo
en las tesis de la compañera funcionaria.
Realizo
el circunloquio del primer párrafo para hacerte saber que el artículo es de
hace dos años, pero, por desgracia, tanto el artículo como la respuesta son
atemporales en los tiempos que corren. Así que permíteme reproducirlos, y tú,
valora:
M. MARTÍN FERRAND
Viernes, 12-02-10
YORGOS Papandreu,
de los Papandreu socialistas de toda la vida, le ha prometido a la Unión
Europea un drástico plan de austeridad para Grecia. Angela Merkel y Nicolas
Sarkozy -la Europa que prospera- se han apresurado a encabezar una operación,
más benéfica que beatífica, que ayude a la salvación de un Estado que, por ser
parte del euro, a todos conviene su estabilidad. Es muy posible que si
Papandreu padre, Andreas, no hubiera derivado hacia el socialismo durante su
largo exilio en los EE.UU., y hubiera vuelto a Atenas para fundar una versión
liberal de su PASOK (Movimiento Socialista Panhelénico) la historia griega de
estos últimos treinta años hubiera sido muy distinta e, incluso, hubiera podido
superar con holgura la mala herencia que, germinada por el fascismo de Metaxas,
se asentó en el país tras su colaboracionismo nazi tras la II Gran Guerra; pero
la libertad, especialmente en sus expresiones políticas y económicas, resulta
incómoda incluso en la tierra en la que el hombre aprendió a pensar y en la que
se fundamenta la raíz europea.
Naturalmente, los
primeros en reaccionar contra las medidas de austeridad proclamadas por
Papandreu han sido los funcionarios, esa casta que tiende a esclerotizar al
Viejo Continente y que, con más derechos que obligaciones, se ha adueñado de la
propiedad de su puesto de trabajo, al que incluso considera hereditario, y
pretende vivir sin la incertidumbre que acompaña a los ciudadanos que, con sus
impuestos, les retribuyen y mantienen. El sector público helénico no está
dispuesto a soportar el veinte por ciento de rebaja salarial que, según los
cálculos gubernamentales, resulta imprescindible para que el Estado pueda
reducir su déficit y adelgazar su endeudamiento en los niveles que exige la
eurozona.
Es una de las
grandes paradojas contemporáneas. Los llamados servidores públicos no quieren
servir, pretenden ser servidos. Es una nueva revolución a la que habrán de
enfrentarse, empujados por la crisis, los gobiernos continentales que han hecho
bandera del Estado del bienestar y, con ello, de la dictadura del
funcionariado. Aquí, en España, ha dicho Elena Salgado que «no está previsto
tocar el sueldo de los funcionarios» y, al tiempo, anuncia la vicepresidenta
que tendremos «protagonismo» en la ayuda a Grecia. Habrá que preguntarle a
Salgado, como a la chica del cuplé de Olga Ramos: «¿De dónde saca pa tanto como
destaca?»
Respuesta
Sr. Martín Ferrand: son muchos ya los comentarios despectivos y miserables que
se están lanzando contra los funcionarios, esa “casta”, como usted nos llama,
de la que yo formo parte.
Pero es precisamente su artículo de opinión, por venir de quien viene, todo un
profesional del periodismo, al que yo creía objetivo y sensato, lo que me ha
encendido sobremanera, y no quiero pasar por alto mi oportunidad de respuesta
porque no ha podido ser más subjetivo, más insensato y, sobre todo, más erróneo
en sus planteamientos contra nuestra "casta".
En primer lugar, ni yo ni ninguno de los muchos compañeros a los que trato nos
sentimos ni tenemos por qué sentirnos servidores de nadie, y mucho menos
queremos ser servidos. Le aclaro que en mi declaración a Hacienda no
consta que sea servidora de nadie, sino una empleada por cuenta ajena; mi
empresa es la Junta de Andalucía, a la que accedí tras unas duras oposiciones y
que después de 25 años de servicio como Administrativa (es decir 8 trienios),
teniendo un complemento de exclusividad que me obliga a trabajar como mínimo
110 horas más al año que al personal que no lo tiene y gestionando un
Negociado, cobro 1.500 euros, de los cuales usted se cree muy dueño de rebajar
un 20%.
Comenta que por la crisis es el funcionariado el que tiene que ver disminuidos
sus ingresos. ¿Por qué? ¿Es que en épocas de vacas gordas el Gobierno hace
conmigo reparto de beneficios? ¿Está usted dispuesto quizás a darme algo
de sus ingresos cuando estos sobrepasen lo que cobra habitualmente? ¿Está
dispuesto acaso a hacerlo algún profesional libre de este país? Le pongo
un ejemplo muy concreto.
Un vecino de mi bloque, trabajador de la construcción, tan discreto en ingresos
como yo hasta la explosión urbanística, ha podido invertir y comprar dos pisos
más en Sevilla capital. Es cierto, ahora está en paro y yo y toda mi casta
hemos contribuido a que pueda cobrar el subsidio de desempleo, porcentaje que
pagamos todos los meses aunque a nosotros no nos haga falta, pues jamás lo
cobraremos, espero. Además, usted pretende rebajar mi sueldo un 20% para
"repartir" con él y muchos como él a los que ahora no les va
bien. ¿Hablaría usted para que me cediera uno de sus pisos y así
dejar la hipoteca del único pisito que poseo y que me está quitando el sueño? Los
dos creemos que él no estaría dispuesto, ¿verdad? Pues yo tampoco lo estoy
a darle un 20% de mi sueldo.
Habla también de que pretendemos vivir sin la incertidumbre que acompaña a
otros ciudadanos. Pues sí, Sr. Martín, de eso se trata. Aspirar a ser
funcionarios es aspirar a poco materialmente en la vida, nunca seremos ricos,
pero aspiramos a la estabilidad en el empleo, recurso al que puede aspirar
cualquier persona, usted también, aprobando unas oposiciones. Por tanto,
si yo he aspirado a ganar poco y vivir tranquila es un derecho adquirido y no,
no me he adueñado de nada ni considero mi puesto hereditario. Mis hijos se
lo tendrán que currar y posiblemente más que los suyos, por venir de una
familia más humilde o sencilla, como quiera llamarlo. Y es en este punto donde
más me enciendo: ¿Qué derecho le asiste para proclamar a los cuatro vientos que
mis dos hijos (estoy separada) tengan que vivir con un 20% menos de lo que
viven? Ah, y yo declaro hasta el último céntimo que gano (y todos sabemos
que eso no es así en todas las profesiones, pues hay mucha economía sumergida). Por
lo tanto, no intente calentarle el ánimo a nadie con el hecho de que son los
ciudadanos quienes con sus impuestos me retribuyen, nosotros también
contribuimos y mucho a las arcas del Estado.
En fin, Sr. Martín, piense más lo que escribe antes
de hacerlo. Yo suscribo lo mío por entero, y, en lo que se refiere a la
Sanidad, diré (y hace mucho que quiero decirlo): Llame Ud. a un fontanero, o a
un electricista, por ejemplo, un 24 o un 31 de diciembre a las cuatro de la
madrugada (y relato dos casos auténticos ocurridos con esos dos profesionales).
¿Cree que acudirá alguno a su domicilio? ¿Cuánto cree que le
cobrará? ¿Le hará factura o le tendrá que pagar en cash además de tener que darle las gracias, aunque al día siguiente
fallen las reparaciones? Yo se lo digo: después de llamar a los de la compañía
de seguros de su domicilio, no irá nadie. Al día siguiente, tampoco. El
primer día laborable se presentará uno que le facilitará el portero de su
finca. Le dirá que, si quiere que repare la avería, le tiene que pagar en
mano (creo que a eso se le llama dinero negro). Estarán en su casa: uno 7
minutos y el otro 14 minutos. Le cobrarán, uno 80 euros por 7 minutos, y otro
93 euritos por 14 minutos.
¡¡¡ No está mal !!! (Por cierto, al electricista hasta se le tuvieron que
prestar las herramientas)
Ahora le diré que pasaría si Ud. (o el electricista o el fontanero de la
historia) un 24 o un 31 de diciembre a las 4 de la madrugada se diera una
fenomenal torta con su coche (Dios no lo quiera) después de venir de una fiesta
de esas a las que sólo pueden ir los que tienen sus ingresos (aunque ustedes
siempre suelen ir de gorra a esos saraos, cosa que no nos ocurre a ningún
funcionario). Acudirán la policía y los servicios de emergencia (todos ellos
funcionarios que tienen la suerte de trabajar ese día). Le llevarán a las
urgencias de un Hospital Público (donde se le admitirá aunque Ud. no tenga
cartilla de la Seguridad Social. Le atenderán celadores, administrativ@s,
auxiliares de enfermería, enfermer@s, divers@s técnic@s, médic@s, etc... (todos
ellos funcionarios que también tienen la suerte de trabajar ese día). Pongamos
que sufre un traumatismo cráneo-encefálico (repito, Dios no lo quiera). Se le
llevará a un quirófano ya preparado y bien limpio (también entran en esta
función l@s limpiador@s que igualmente tienen la suerte de trabajar ese día). Se
le intervendrá durante varias horas esa misma noche (no el día siguiente o el
otro). ¿Sabe cuánto cobraría por hora el que más cobrara (en este caso los
médicos y neurocirujanos)? Alrededor de 15 euros netos. El resto se lo lleva
Hacienda (aquí no vale lo del dinero negro) Imagínese lo que cobrarán los
demás... ¿Sabe qué ocurriría si la operación no es de su agrado? Ud. (o el
electricista o el fontanero de la historia) nos demandaría, iríamos todos a los
Tribunales y tendríamos muchos problemas.
¿Sabe qué ocurre si uno de sus artículos, o la reparación, no es de nuestro
agrado? ¡¡¡NADA!!! Entonces, Sr. Martín Ferrand, ¿sigue opinando que se nos
debe bajar un 20 % nuestras retribuciones? Si es así, a Ud., y a los que
piensan como Ud., sólo tengo que decirles:¡¡¡Váyanse a tomar… viento fresco!!!