Me resulta familiar el apellido Pedraz en alusión al juez que vive sus horas de martirio, pero soy incapaz de recordar otros casos sonados en que debió interpretar la Ley. Escucho a tertulianos aquí y allá y, en función de quien les paga, lo elevan a los altares o lo arrojan a las tinieblas del infierno. Supongo que se exceden unos y otros y, una vez más, el color del cristal les deforma la visión de la realidad. ¡La realidad! Pero, ¿cuál es la realidad? Puede que en un plano estrictamente jurídico sobre la apreciación personal «decadencia de la clase política», pero, por desgracia, esa es la percepción que tenemos millones de españoles respecto de nuestros políticos.
Tirios y troyanos, troyanos y tirios, en su inmensa mayoría irresponsables, inútiles, cínicos, chupópteros… han conducido a España al abismo en que nos encontramos. Y continúan con su actitud habitual: lanzarse dardos unos a otros para entretenimiento del respetable, pero el respetable acumula seis millones de personas en paro, miles de desahucios, tal vez cientos de miles, miles de abuelos rescatados de las residencias para prestar con su pensión un último servicio a los suyos… Y, mientras tanto, la clase política apuntalando su banqueta caiga quien caiga. ¿Decadencia de la clase política? El señor juez se quedó corto: ¡Degeneración de la clase política! Claro que no nos representan. Claro que necesitan escuchar el clamor de la ciudadanía (hace unos días se me cayó el alma a los pies al pasar en el barrio frente a un establecimiento religioso alrededor de la una de la tarde y observar a una multitud de paisanos, muy mayoritariamente varones españoles y en perfecto estado de revista, esperando a entrar al comedor social) ¿Dónde ha ido a parar el dineral que debemos como país, al margen de la crisis mundial que nos azota?, ¿a qué manos?, ¿alguien sufrirá castigo por ello? Sí, ya sé que lo sufrimos los de siempre desde hace unos años.
¿Decadencia de la clase política? No, insisto, degeneración de la clase política. Ciegos de conveniencia incapaces de percibir parte del espectro luminoso de la realidad. Bájense de sus poltronas, de sus canonjías, de sus vehículos oficiales, de sus lobbys, de sus floridos salarios…, pidan perdón, hagan propósito de la enmienda y muestren actitud de servicio ciudadano de verdad.