Hace unos diez años, a media tarde, nos levantaron con toda limpieza un bolso en
un lugar público y concurrido. Todavía recuerdo el hecho con rabia, indignación
e impotencia: documentación, tarjetas, dinero de bolsillo, teléfono, llaves...,
un buen pellizco en miles de pesetas en gastos, molestias a raudales y el
disgusto consiguiente. Después de todo este tiempo, si hoy me enterase de que
aquel par de zánganos ingresaran en prisión, lo celebraría.
Supongo que, en sus años oscuros, David debió de cometer
pifias, tropelías, hurtos..., y cabe pensar que las personas afectadas no los
hayan olvidado y celebren la ejemplaridad.
Tal cual se presenta la noticia y su desarrollo, no me
atrevo a pedir el indulto para David, pero, después de dos años desenganchado e
integrado, estimo que se merece, al menos, una segunda oportunidad.
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