lunes, 26 de julio de 2010

De madrugada, en «La Estrella Polar», de COPE, con José Javier Esparza y su equipo


Querido Tolico:

En Desde la Costa de la Muerte, escribo: … al anochecer, la costa gallega enciende un rosario de solitarias y melancólicas estrellas parpadeantes que orientan al marino en ese permanente cruce de caminos que es la mar océana. ¿Premonición? Porque, el pasado jueves día 22, en ese permanente cruce de caminos que es la radio nocturna, Desde la Costa de la Muerte recaló en una estrella singular, en La Estrella Polar, de COPE, programa dirigido por José Javier Esparza. Con él y con su equipo tuve el honor de departir distendidamente unos minutos. Ésta fue la conversación:





Gracias a José Javier Esparza, a Almudena, a Laura, a Pedro, a Nico y a Lola.

jueves, 22 de julio de 2010

«… es imposible detener el tiempo» (Kapuściński)

Benarés. Imagen de Wikimedia.

Gracias a Pato por su continuidad y por su comentario, especialmente cuando se refiere a Londres como ciudad cautivante y ya sin lugar para Jack el destripador.

Mi querido Tolico:

¡Resulta imposible detener el tiempo!, escribe Kapuściński en Viajes con Heródoto. Estoy seguro de que piensas que Kapuściński no descubre la piedra filosofal, pero, por favor, léelo serenamente y reflexiona en torno a su pensamiento. Desde Delhi, Kapuściński se dirige a Benarés y, ¿qué descubre? Mientras los peregrinos del Camino de las Estrellas siguen los pasos del sol hasta observar su desaparición en Fisterra engullido por el mar tenebroso, Kapuściński, en una de las orillas del Ganges, en unas escaleras de piedra, cual fiel testigo, aguarda a que salga el sol, igual que cientos, tal vez miles de ciudadanos indios, a la espera, ¿de qué? Y a propósito del hecho, escribe:

En efecto, todavía era noche cerrada cuando la gente ya había empezado a dirigirse hacia el río. Personas solas. En grupo. Clanes enteros. Auténticas columnas de peregrinos. Tullidos con muletas. Ancianos reducidos a meros esqueletos, llevados a hombros por hombres jóvenes. Otros, sin nadie que les ayudase, exhaustos y hechos un amasijo de carne enferma, se arrastraban a duras penas por un asfalto maltrecho y lleno de agujeros. Junto a las personas caminaban vacas y cabras, así como perros palúdicos, en puros huesos. Al final, también yo me uní a aquel extraño misterio.

Una vez más, Tolico, los extremos se tocan.

lunes, 19 de julio de 2010

domingo, 18 de julio de 2010

La vida se mide…


Querido Tolico:

Me siento en la obligación conmigo mismo de escribir unas líneas de consuelo a una familia afligida por una pérdida triste e irreparable. Además de recordarle una reflexión de Azorín («… nuestro vivir […] es un combate inacabable…»), desde aquí reafirmo al autor anónimo que establece que «La vida se mide por los momentos que nos quitan el aliento».