martes, 7 de julio de 2009

¿De qué hablamos?


Don Florentino como muñidor y Cristiano Ronaldo como figura han vuelto a arrasar. Pero no te eches a temblar, Tolico, que pretendo no repetirme. Observo con pena y con desazón la actitud de unas docenas de aficionados exaltados que pusieron en peligro la integridad del deportista y que obligaron al servicio de seguridad a ‘ponerlo’ a buen recaudo. ¡Qué pena, Señor! Pero, insisto, no quiero referirme a este circo; permíteme ahondar en una cuestión social y que yo calificaría de más profunda.

Poco después del fichaje del portugués, me enteré de que Banco Santander y Caja Madrid habían aportado el dinero que implicó la operación. Las decisiones del Santander son responsabilidad del señor Botín y, de su resultado, confío en que para bien, él responderá ante sus accionistas. A lo que pretendo referirme es a Caja Madrid.

Escuché en las últimas semanas que las autoridades monetarias españolas se encuentran con dificultades para hacer entender a Europa qué son nuestras cajas de ahorros —controlan aproximadamente la mitad de la economía del país—, y, en verdad, que no me sorprende. En general, nacieron como montes de piedad, instituciones destinadas a aliviar las apreturas de los españoles más humildes, que hipotecaban cualquier objeto con un mínimo de valor y cuyo intercambio permitía/permite un respiro a la familia afectada. Conocí hace años a una extraordinaria mujer que en un gesto de sinceridad reconoció ante un grupito de personas conocidas que, tiempo ha, los lunes empeñaba en el Monte de Piedad madrileño el traje de su marido, y lo recuperaba el sábado, cuando él cobraba, para que pudiera lucirlo el domingo.

No me recuerdes, querido Tolico, que éste es el siglo XXI, que ya lo sé. No entraré a valorar si facilitar el dinero a don Florentino para que compre los servicios del joven Ronaldo es técnicamente una buena operación; espero que sí por lo que me tocaría como contribuyente —Caja Madrid es una de las instituciones «más ayudadas por el Gobierno»—. Voy más lejos. Me pregunto si el padre Piquer, su fundador hace tres siglos, apadrinaría la operación Cristiano Ronaldo o preferiría atender con ese capitalazo las necesidades de docenas, cientos o miles de clientes honrados de la institución que necesitan de un respiro, de un margen de confianza en estos difíciles momentos… Y me pregunto también si el padre Piquer aprobaría la adquisición de un utilitario de más de medio millón de euros de coste, más caro que el que utiliza el señor Obama. Por favor, pregúntaselo cuando coincidas con él.

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