martes, 3 de agosto de 2010

En torno a la competitividad

Imagen de Wikipedia.

Mi gratitud a Lali y a Jorge por sus aportaciones, y mi bienvenida a los nuevos lectores del blog que llegaron a él a través de Desde la Costa de la Muerte y repiten visita. Gracias a todos. Y ya, el post.

Querido Tolico:

Desde el Congreso, un grupo de padres de la patria acaba de prestar un servicio impagable al mundo de la empresa. Como consecuencia, ofende ver todavía la ‘O’ de ‘Obrero’ en el nombre del partido que desgobierna España; si Pablo Iglesias levantara la cabeza, se escondería avergonzado y expulsaría a vergallazos (modalidad de latigazos) a los profanadores del palacio de la Carrera de San Jerónimo. Derechos de los obreros ganados a pulso por generaciones de luchadores se van al traste por la acción de unos y la orquestada abstención de otros: unos y otros acaban de ganar a pulso el derecho a pudrirse. Pues, ¡que se pudran! Pero a los primeros momentos del segundo asalto a los derechos ciudadanos ya le dediqué una entrada y no quisiera cansar a los lectores repitiéndome; de modo que, giro el prisma y afronto una nueva cara del asunto.

¡Cuántas veces los medios de comunicación —yo diría que en orquestada campaña— insisten en la idea de que carecemos de competitividad! Créeme, colega, si te confieso que en múltiples ocasiones reflexioné al respecto. Y estoy persuadido de que si pidiéramos a un español medio que se compare profesionalmente con un trabajador de un país de Europa occidental, no creo que nos sintamos menos capaces, ni que seamos menos capaces.

Y el sistema, erre que erre, que debemos trabajar más y cobrar menos. Una anécdota, Tolico: el pasado invierno necesité adquirir un pequeño destornillador con el que purgar los radiadores. Compré dos por un euro en una tienda de las llamadas de los chinos. ¿Calidad del artículo? Discreta y, por supuesto, no profesional, pero más que suficiente para el uso que yo necesitaba darle. ¿Podemos competir con la producción realizada en China? Espero que no nos veamos en esa necesidad porque los trabajadores chinos perciben un salario diario de entre uno y dos euros, y me dicen que carecen de todo beneficio social (escucho hoy en la radio que el trabajador español, acusado hasta la saciedad de absentista, se niega a aceptar la baja que le ofrece el médico por temor a las represalias de la empresa). ¿Podemos competir con los chinos? Estamos volviendo a la alpargata y quieran los hados que no debamos caminar descalzos de nuevo.

No me llames extremista, Tolico, que, hace unos meses, se publicó en todos los medios que la planta aragonesa de una automovilista alemana es la más eficiente de la empresa, y no vi desmentido en sitio alguno.

¿De verdad no somos competitivos? No puedo creer que seamos menos hábiles o menos trabajadores que los ciudadanos franceses, alemanes, suecos… Bien pudiera suceder, no obstante, que no poseamos cultura de formación permanente (en muchos casos dentro del horario laboral en esos mundos de Dios) y que las nuevas tecnologías y los idiomas no hayan penetrado suficientemente en los tejidos estatal, empresarial y productivo. Pero esto es claramente superable, y, a lo mejor, deberíamos replantearnos la globalización y pensar en la necesidad de establecer aranceles cuando la competencia desleal así lo demande, pero, de tontos y de faltos de competitividad, nada de nada: que no nos engañen.

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