martes, 19 de marzo de 2013

El derecho de asilo del viejo hospital de peregrinos


Hace unas horas recibo la llamada de mi admirado H. recordándome que llevo dos meses sin actualizar Manólogos. Gracias, amigo, por hacérmelo presente; pero, es tanta la inmundicia que nos invade que no creo que Internet lo soporte. No obstante, no quisiera defraudarte, y voy con una nueva entrada.
Creo que nadie me discutirá que una de las plazas más universales de la aldea global en que vivimos es la del Obradoiro. Está delimitada en uno de sus lados por el Hospital Real, hoy Hostal de los Reyes Católicos, espléndido hotel de lujo. Este viejo hospital de peregrinos debe su existencia a la acción de los Reyes Católicos que, tras la impresión que vivieron al contemplar el estado de los peregrinos que alcanzaban Compostela, lo fundaron y dotaron. Admira su portada, plateresca, minuciosa, detallista, casi un retablo en piedra; fíjate en la cadena que lo rodea, de mediados del siglo XVI. Estas cadenas se asocian con el derecho de asilo y la especial jurisdicción de que gozó: un delincuente solo podría ser juzgado por el administrador del centro si conseguía entrar en él o, simplemente, tocar sus cadenas.

Imagen de Wikimedia.

Puedo imaginar tu gesto de sorpresa buscando la relación entre los políticos presuntamente corruptos, siempre presuntamente, asidos al sillón de sus entretelas, como reza la canción, y las cadenas del viejo hospital de peregrinos. Cuentan las crónicas el caso de un desgraciado que sucumbió a la tentación de robar al capellán del Real Hospital, con lo que, descubierto, fue conducido a la cárcel; pero, he aquí que, casi milagrosamente, consiguió escapar; capturado, recibió cien azotes por huir, debió restituir lo robado y, además, en castigo por ladrón, recibió otros cien azotes y perder las orejas, que le fueron sajadas a continuación de recibir los doscientos azotes. Si estos y todos los presuntos que nos llevaron al abismo en que nos encontramos vivieran en sus carnes el efecto de la especial jurisdicción del viejo hospital, seguro que otro gallo nos cantaría. 

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