Tirios y troyanos, troyanos y tirios son el mismo perro con distinto collar. Unos y otros, otros y unos fueron/son incapaces de tomar el toro por los cuernos y poner patas arriba los diecisiete estaditos dentro del Estado y exigir cuentas a la caterva de chupópteros y de mamones (muchos de ellos tirios y troyanos, troyanos y tirios) que nos condujeron donde nos encontramos.
Nuestra situación como país se me antoja semejante a la vivida en mi niñez por mi tía abuela Dolores. Un desalmado engañó económicamente a su hijo y la sumió, como matriarca de la casa, en la obligación de reponer la deuda generada; tal reposición la obligó durante años a alimentarse de sardinas y chicharros, el pescado de menor precio de la plaza (su hijo, hijo único, mientras tanto, había fallecido en la emigración intentando saldar la deuda generada por aquel indeseable).
No es justo lo que hoy plantea en el Consejo de Ministros, señor Rajoy, no lo es. En la campaña electoral, hablaba usted de un déficit que Funcas triplicaba, y decía saber cómo arreglar el entuerto. Y cae en el error de los otros de cargar el mochuelo a la herencia, que es real, pero no es menos cierto que su partido y, por tanto, también usted, son copartícipes de generarla. Por razón de paisanaje (en esta plataforma expresé mi crítica a algunas de sus actitudes y actuaciones), me siento proclive hacia su persona, pero siento que no me deja margen: estoy seguro de que, una vez más, otro vendrá que bueno le hará, pero esto no es óbice para que discrepe radicalmente: con Europa o sin ella no puede usted cargar el complot en contra de España al común de los ciudadanos, que nada hicimos por generar el abismo en que nos encontramos. Y no diga que le duele tomar las medidas que acaba de decretar, que no le creo. Don Nicolás Salmerón, uno de los efímeros presidentes de Gobierno de la efímera I República, forzado a restablecer la pena de muerte, con la que estaba en desacuerdo, prefirió irse a su casa antes de firmar tal.
Y para finalizar esta entrada no puedo evitar acordarme de Galdós cuando escribe en Fortunata y Jacinta que «La moral política es una capa con tantos remiendos que no se sabe ya cuál es el paño primitivo».
No hay comentarios:
Publicar un comentario