
Antes de que tú me lo digas, déjame escribir que ya sé que si Madrid fuese seleccionada sede de los Juegos Olímpicos de 2016, la capital y casi toda España estaríamos dando botes de satisfacción porque tal elección supondría una inyección de optimismo en el mustio horizonte nacional. Ya sé también que lo más fácil es pontificar a toro pasado… ¿Sigo justificándome? Pues bien, a toro pasado debo escribir que cualquier madrileño sensato que cerrase los ojos y analizase con objetividad la trayectoria del Comité Olímpico Internacional en lo que se refiere a la elección de sedes olímpicas estimaría posible —siempre existe una remota posibilidad—, pero muy altamente improbable que Madrid se alzase con la designación, pero teníamos que demostrar que somos capaces de romper la sinergia y hacer ver a la aldea global que… Y la realidad nos ha despertado violentamente de nuestro sueño, un sueño que puede habernos costado ya 4.500 millones de pesetas y que, unido a otros sueños, escucho que hace que nuestra deuda municipal sea equivalente a la de Alemania al finalizar la II Guerra Mundial o que multiplique por no sé cuanto la de Barcelona, lo que ya supuso el brutal aumento del Impuesto sobre Bienes Inmuebles (la Contribución urbana de toda la vida) estos últimos años, la resurrección de la tasa por recogida de basuras y conllevará indefectiblemente que «Gallardón recortará ayudas sociales en 2010». Por favor, señores del COI, ¡concédannoslo para 2020!
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