lunes, 21 de marzo de 2011

Paralelismo entre las actitudes de las abejas y las del pueblo japonés


Imagen de Wikipedia.

Acabo de iniciar la lectura de La vida de las abejas, de Maurice Mæterlinck (La vie des abeilles, 1901), un libro que nada tiene que ver con la apicultura en el sentido convencional del término. En este ensayo, el autor observa a estos seres, anota sus costumbres, reflexiona en torno a ellas y contrapone sus actitudes a las de la sociedad humana. Después de 50 páginas, leo con fruición, igual que cuando lo inicié.

Hace un siglo, en 1909, Alfredo Ebelot escribe en La Nación un encendido elogio del título en el que puede leerse:«… y le ofrecerán más de una idea consoladora en estos tiempos taciturnos de desconsuelo y positivismo». Como puedes apreciar, Tolico, pasan los tiempos, pero nada cambia.

Y ya intuyo que, a estas alturas, te preguntas a santo de qué traemos este título a nuestra atalaya. Verás: la guerra que el mundo libre acaba de iniciar contra Libia —próximamente nos posicionaremos en torno a ella—, ha dejado en un segundo plano el muy grave problema japonés. Y he aquí que Mæterlinck escribe en su libro unas líneas que retratan con fidelidad y anticipación de un siglo lo que el mundo puede apreciar en torno a las reacciones de la sociedad japonesa. Dice así:

Pequeña ciudad llena de fe, de esperanzas, de misterios. ¿Por qué aceptan tus cien mil vírgenes una tarea que ningún esclavo humano ha aceptado jamás? Si economizaran sus fuerzas, si se olvidaran algo menos de ellas mismas, si fueran un poco menos ardientes en el trabajo, verían otra primavera y un segundo estío; pero en el momento magnífico en que todas las flores las llaman, parecen acometidas por la embriaguez mortal del trabajo, y con las alas rotas, con el cuerpo reducido a nada y cubierto de heridas, perecen casi todas en menos de cinco semanas.

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