lunes, 17 de enero de 2011

Disiento, señor Vargas Llosa, aunque a usted le traiga al fresco


Imagen de Wikimedia

Mi querido Tolico:

Créeme si te digo que no me posicioné en torno al fenómeno Wikileaks porque entiendo que los ciudadanos de bien ya saben/sabemos que uno de los graves problemas del sistema son los políticos, nuestros políticos, y lo que Wikileaks hace es confirmar la mala imagen que la ciudadanía tiene/tenemos de ellos. El señor Tierno estableció hace un par de decenios que las campañas electorales prometen lo que el ciudadano desea escuchar, pero no obligan (lamento no poder aportarte la cita textual —tú no habías nacido, todavía—); y también que sus votos (los del PSP), eran votos de calidad.

Pues bien, a mí, como contribuyente (y no se trata de morbo ni de masoquismo), me gusta conocer la esquizofrenia con que actúan nuestros gobernantes, tirios, troyanos y demás fauna: la diferencia entre lo que predican para consumo ciudadano, especialmente de su parroquia, y lo que hacen, las decisiones que toman, la otra cara de la moneda en muchísimas ocasiones.

Desconozco qué persigue el señor Assange, qué le motiva a publicar lo que hizo público y qué espera conseguir, pero, como ciudadano anónimo, me ha causado profunda tristeza confirmar que tenemos los gobernantes/políticos mediocres que nos merecemos.

Escribe el señor Vargas Llosa que «… de allí a concluir que la prodigiosa transformación de las comunicaciones que ha significado Internet autoriza a los internautas a saberlo todo y divulgar todo lo que ocurre bajo el sol (o bajo la luna), haciendo desaparecer de una vez por todas la demarcación entre lo público y lo privado hay un abismo…». Lo lamento, señor: respeto su parecer como espero que usted respete el mío aunque jamás llegue a conocerlo ni le importe (a mí me importa el suyo por su trascendencia mundial), pero no puedo compartirlo. Yo, insisto en que sin morbo y sin masoquismo, quiero saber de qué modo me engañan los gañanes —con perdón de los destinatarios de la primera acepción para el término del diccionario de la RAE— que me gobiernan. ¿O es que debo preferir el oscurantismo y el níhil óbstat?

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