miércoles, 24 de septiembre de 2008

El arte de seducir de Damien Hirst

Retrato de Damien Hirst, tomado de Wikipedia

—¿Quién es Damien Hirst, Manoliño?
—Mi ignorancia es tan inmensa, Tolico, que no sabía de su existencia hasta hace unos días.
—Me pondré en contacto con él porque deduzco del título que es un auténtico maestro en el arte de la seducción.
—Maestro de la seducción, no, colega; di mejor que es un monstruo en el arte de seducir.
—O sea que liga mucho, que es en lo que yo quiero soltarme.
—¡Que si liga! Embadurna de oro los cuernos y las pezuñas de un toro, lo guarda en formol y vende el resultado por trece millones de euros.
—¿Cuánto dinero son trece millones de euros? ¿Tan caro resulta el formol?
—Y así con un kilopondio de obras hasta totalizar ventas por valor de 140 millones de euros en dos días.
—No sé si me contagias la vejez, si éste no es mi mundo o si cada día estamos un poco más locos que el anterior.

Escándalo1, escándalo2

3 comentarios:

Glo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Glo dijo...

Algo he reflexionado sobre el arte, aunque supongo que con poco éxito, porque casi todo lo que me queda de ese esfuerzo son interrogantes. Pero hay algunas cosas que sí tengo claras al respecto: una es que existen obras que generan emoción, y otra, que hay personas que se emocionan (no teniendo porqué coincidir ambos). Esto significa que creo en el fundamento del arte, porque lo he experimentado en mí mismo: he sentido emoción contemplando, recorriendo, escuchando obras de arte. Y eso es suficiente. El resto de consideraciones acerca del asunto “arte”, me resultan mucho menos relevantes.

Por emoción entiendo un conjunto de sentimientos racionales e irracionales bastante complejo: mucha gente se emociona pensando lo que cuesta una obra de arte; hay a quien le emociona una obra después de que alguien con autoridad haya hablado bien de ella; otros encuentran atractivo haber descubierto un aspecto que el autor desea comunicar, y otros, en fin, no pueden apartar la atención porque aquello les subyuga. Mi mirada sobre el arte está compuesta, desde luego, de un poco de todo lo mencionado.

Suelo tener una actitud pasiva frente a las novedades en el arte: las observo, las experimento, escucho y leo lo que se dice de ellas... Y si me emociono, bienvenida sea la emoción, pero lo normal es que una sola experiencia de una sola obra, no me diga nada. Porque la obra puede generar emoción, pero puede ser que yo no esté en el momento adecuado, no tenga el bagaje suficiente, no haya captado todo lo que me propone, o lo que es más habitual, que mi sensibilidad no esté a la altura. Pero también puede ocurrir que la obra no tenga capacidad de emocionar.

Conocía la obra de Hirst (a través de publicaciones) antes de su éxito comercial. Según entendí, aquella piscina transparente en la que flotaba un enorme tiburón, causaba inquietud vista en persona, aunque a mí no me decía mucho en las fotos. Sí me gustan especialmente sus estanterías, en las que se almacenan, pulcramente ordenados, objetos de distintos materiales y colores; no puedo explicar porqué, pero me ocurre lo mismo con “cajas” de otros autores, como “palacio a las cuatro de la mañana”, de Giacometti.

Un saludo.

Manuel Ríos dijo...

Dices, Glo, que reflexionaste con poco éxito en torno al arte porque sigues manteniendo interrogantes. ¿Y quién no? A ellos, añado uno más: en ese proceso de reflexión que cada cual realizamos, ¿somos capaces de prescindir de las ideas previas o nos apoyamos en ellas de modo consciente o inconsciente?
Hace unas semanas, Tolico y yo divagamos en torno al artesano, el oficio y el arte; y, a esos elementos deberíamos añadir el factor económico y la presión mediática que genera. Como conclusión: el sistema, entendido el término en sentido amplio, nos lleva mayoritariamente —o, al menos, no deja de intentarlo— al puerto que le interesa. Gracias, Glo, por el feedback.