—¡Así que alcanzamos la entrada cuatrocientos, Manoliño! ¡Bonito número! Ahora entiendo por qué me llamas en sábado. ¡Felicidades a mis lectores, que es de bien nacido ser agradecido! Por cierto, ¿podríamos considerarnos mayores de edad?
—El simple número, por sí mismo, Tolico, no proporciona la mayoría de edad ni de nada.
—Te percibo serio, colega. A lo mejor es el momento de preguntarte si estás a favor del empleo, porque yo sé que el domingo no participaste en la manifestación ad hoc.
—Sabes, Bartolo, que este blog no tiene por objeto el comentario político, pero no voy a rehuir el envite. ¡Provocador, que eres un provocador! ¿Se te olvidan las ocasiones en las que yo solo, entre un colectivo de docena y media de compañeros, me dejé manipular y me sumé a la correspondiente convocatoria de huelga? Y a mí, participar en una huelga me rasca el bolsillo y bien; pero, a pesar de la manipulación, entendía que debía actuar como lo hice.
—Sí, Manoliño, pero no respondes a mi pregunta.
—Tolico, pero, ¿cómo no voy a estar a favor del empleo? Tu capacidad para provocarme es infinita. Me verás en primera línea cuando la manifestación sea convocada para exigir a tirios y troyanos la regeneración de la vida pública, lo que conlleva acabar con el despilfarro, la corrupción, la mordida y el convoluto; lo que conlleva el cumplimiento de la ley en su espíritu y en su letra, la igualdad real de los españoles, vivan en el rural o en una urbe, en una comunidad autónoma o en otra; lo que conlleva observancia estricta de la austeridad y de la priorización del gasto, el destierro de la ostentación y de lo superfluo, la defenestración de gabinetes, de altos cargos y de asesores, de los gastos de autobombo, de automóviles de uso oficial y de deudas históricas; lo que supone el respeto y la admiración a los conciudadanos que se embarcan en la política o en el mundo sindical…, pero no puedo dejar de consignar también la exigencia de que abandonen su retiro dorado, de que cumplan con su horario laboral en su empresa de procedencia —ya que el país no está para más sangrías—, y que, a continuación, luchen por el mejor vivir de sus conciudadanos y de sus compañeros…
—¿Has fumado, Manoliño? Estos principios que acabas de formular integrarían la columna vertebral de un programa de gobierno llamado a llevar tras de sí al grueso de la ciudadanía. ¿Estás loco?
—El simple número, por sí mismo, Tolico, no proporciona la mayoría de edad ni de nada.
—Te percibo serio, colega. A lo mejor es el momento de preguntarte si estás a favor del empleo, porque yo sé que el domingo no participaste en la manifestación ad hoc.
—Sabes, Bartolo, que este blog no tiene por objeto el comentario político, pero no voy a rehuir el envite. ¡Provocador, que eres un provocador! ¿Se te olvidan las ocasiones en las que yo solo, entre un colectivo de docena y media de compañeros, me dejé manipular y me sumé a la correspondiente convocatoria de huelga? Y a mí, participar en una huelga me rasca el bolsillo y bien; pero, a pesar de la manipulación, entendía que debía actuar como lo hice.
—Sí, Manoliño, pero no respondes a mi pregunta.
—Tolico, pero, ¿cómo no voy a estar a favor del empleo? Tu capacidad para provocarme es infinita. Me verás en primera línea cuando la manifestación sea convocada para exigir a tirios y troyanos la regeneración de la vida pública, lo que conlleva acabar con el despilfarro, la corrupción, la mordida y el convoluto; lo que conlleva el cumplimiento de la ley en su espíritu y en su letra, la igualdad real de los españoles, vivan en el rural o en una urbe, en una comunidad autónoma o en otra; lo que conlleva observancia estricta de la austeridad y de la priorización del gasto, el destierro de la ostentación y de lo superfluo, la defenestración de gabinetes, de altos cargos y de asesores, de los gastos de autobombo, de automóviles de uso oficial y de deudas históricas; lo que supone el respeto y la admiración a los conciudadanos que se embarcan en la política o en el mundo sindical…, pero no puedo dejar de consignar también la exigencia de que abandonen su retiro dorado, de que cumplan con su horario laboral en su empresa de procedencia —ya que el país no está para más sangrías—, y que, a continuación, luchen por el mejor vivir de sus conciudadanos y de sus compañeros…
—¿Has fumado, Manoliño? Estos principios que acabas de formular integrarían la columna vertebral de un programa de gobierno llamado a llevar tras de sí al grueso de la ciudadanía. ¿Estás loco?
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