martes, 7 de abril de 2009

«No juzguéis y no seréis juzgados» (Lucas, 6.37)

Faro Corrubedo Faro Corrubedo

—Has vuelto a la Biblioteca Nacional, Manoliño.
—Efectivamente, Tolico. Este fin de semana ‘descubrí’ que mi compañero de sexto de bachillerato Xosé Antonio Ventoso Mariño publicó hace poco As sombras dos mortos: historias de naufraxios en Cabo Corrubedo (signatura 9/250660, sala general) y no pude evitar la tentación de leerlo. Me llamó la atención que, unos minutos antes de las nueve de la mañana, alrededor de una decena de chalados de todas las edades aguardásemos en la escalinata de acceso a que la Institución abriese sus puertas…
—Déjate de circunloquios y háblame del libro. Observo que traes notas. Al menos, cuéntame lo que más te llamó la atención.
—Antes de nada, déjame decirte que el término marinero baka no existe para la RAE. Por lo que deduzco de mi incursión por Internet, parece provenir del euskera y significaría ‘solitario’. En la diaria realidad, alude al buque de pesca que arrastra una red en solitario. Pues bien, la ‘baka’ Crusat naufragó hace unos decenios frente al cabo Corrubedo. Su dotación era de 23 hombres, de los que perecieron 13. Un pequeño bote auxiliar fue el áncora de salvación de los restantes. En el trance, dado que la pequeña embarcación corriese el riesgo de hundirse, a fin de aliviar el peso, los tripulantes decidieron ‘prescindir’ de dos de los ocupantes, dos muchachos que, literalmente, fueron arrojados al mar. Como los chiquillos llorasen y no se desasiesen de la barquichuela, Andrés Lampón los subió a bordo, salvó sus vidas y liberó su propia conciencia del estigma de dos asesinatos.

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