—¿Te has parado a pensar, Manoliño, en cuánto debe la sociedad a los arquitectos? Sin su ciencia no tendríamos puentes interminables ni edificios que retan a las nubes ni…
—Tienes razón, Tolico, tenemos una deuda inconmensurable con ellos, y en particular nosotros, con Pedro, que mostró una inagotable y francisca paciencia al atender hasta los más nimios requerimientos cuando necesitamos de sus servicios profesionales. Pero, la sociedad tiene igualmente una deuda impagable con los médicos, con los guardias de tráfico, los mineros, los picapedreros…
—¡Ay, pero la Arquitectura es la Arquitectura! Créeme si te digo que me planteo muy seriamente cursar la carrera. Sería el no va más. ¿Te imaginas? Yo, Tolico, arquitecto; y a crear, a innovar, a ser admirado.
—Darías el golpe, colega: Tolico, el canario arquitecto. Ahora bien, ¡con qué facilidad pasas de tu deseo de cursar la carrera a sentirte triunfador en una profesión tan dura y competitiva!
—España y yo somos así, Manoliño. ¡Qué redonda me quedó la respuesta! Y, ¿a que no sabes dónde estudiaré?
—Sospecho que en A Coruña.
—Tienes razón, Tolico, tenemos una deuda inconmensurable con ellos, y en particular nosotros, con Pedro, que mostró una inagotable y francisca paciencia al atender hasta los más nimios requerimientos cuando necesitamos de sus servicios profesionales. Pero, la sociedad tiene igualmente una deuda impagable con los médicos, con los guardias de tráfico, los mineros, los picapedreros…
—¡Ay, pero la Arquitectura es la Arquitectura! Créeme si te digo que me planteo muy seriamente cursar la carrera. Sería el no va más. ¿Te imaginas? Yo, Tolico, arquitecto; y a crear, a innovar, a ser admirado.
—Darías el golpe, colega: Tolico, el canario arquitecto. Ahora bien, ¡con qué facilidad pasas de tu deseo de cursar la carrera a sentirte triunfador en una profesión tan dura y competitiva!
—España y yo somos así, Manoliño. ¡Qué redonda me quedó la respuesta! Y, ¿a que no sabes dónde estudiaré?
—Sospecho que en A Coruña.
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