martes, 17 de febrero de 2009

Tolico abre su corazón



—Necesito una farmacia con urgencia, Manoliño.
—Por favor, Tolico, ¡serénate!
—Por mucha empatía que reboses, no puedes entenderme. Deja a un lado filosofías baratas y populacheras y olvida las palabras hermosas, colega. No podrás comprender a un ser que viva un mal trago salvo que tú lo hayas experimentado antes en tu persona. Lo demás es paparrucha.
—Parece claro, Tolico, que hoy el post es tuyo.
—Necesito una farmacia para olvidar.
—Es evidente que tú, Tolico, marcas un antes y un después. Porque, hasta ahora, para olvidar no se necesitaba más que un codo empinándose. ¿Qué se te ha perdido en la farmacia?
—Tú, Manoliño, no sabes lo que es sentir estrés, temor, ansiedad… hasta el agotamiento.
—No entiendo nada y comienzas a preocuparme.
—¡Qué poco sabes de mi infancia, colega! No sabes lo que significa ser arrancado de tu nido y entregado a gentes para las que no eres un regalo caído del cielo, sino un compromiso y una carga. Si a ello unes las limitaciones de mi digestivo y la consecuente necesidad ineludible de vaciarlo más a menudo de lo que sería deseable… Yo necesito olvidar esa experiencia traumática y, para ello, preciso del fármaco que borra los malos recuerdos.

Posdata de Tolico:

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