miércoles, 26 de noviembre de 2008

Tolico, angustiado de nuevo

—Estoy desolado, Manoliño.
—Mi querido Tolico, ¿otra vez? Cuenta, cuenta.
—Tú ya sabes que mi digestivo no es como el vuestro y, cuando siento la necesidad, no puedo evitar liberar lo que me sobra.
—¿Y? ¿Es que no lo conoce sobradamente nuestra común amiga?
—Ella no me preocupa, que la tengo bien ganada. Mi dolor de cabeza me lo causa el señor alcalde.
—No entiendo nada, Tolico.
—¡No entiendo nada, Tolico! ¡No entiendo nada, Tolico! Pues, que al señor alcalde no le debió de gustar mi inocente comentario de hace unos días acerca de las papeleras y me está buscando las cosquillas muy disimuladamente: ni más ni menos que pretende multarme con 1.500 euros. ¿De dónde saco yo semejante fortuna? ¡Ni vendiendo nuestros Manólogos! Y contigo no puedo contar, que a ti se te llena la boca diciendo que somos colegas, pero, llegado el caso, no sé yo.
—¿Y dices que el alcalde pretende multarte por tu comentario?
—Ya digo que lo disimula. Debía de hacérsele muy fuerte mencionar mis minúsculas deposiciones y donde el cuerpo le pedía referirse a Tolico, escribió ‘perro’.
—¡Ah! Te refieres a la ordenanza que prevé multar con hasta 1.500 euros a los ciudadanos desaprensivos que no recojan las deposiciones de sus perros, que, dicho sea de paso, no imagino cómo va a poner en marcha semejante medida el consistorio, porque en 2006 sólo cursó una multa.
—Ya veo lo que yo te importo, Manoliño. ¿Y si los guardias me pillan a mí? Mejor me exilio a la Luna, compro una parcela lindando con la de la Zhukova —ahora, vas a Wikipedia a saber de ella—, dicto mis propias ordenanzas y depongo donde me pida el cuerpo.

Ordenanza, Daria Zhukova

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