—Una joven argentina, Tolico, devolvió una cartera conteniendo una cantidad de dinero equivalente a 8.000 euros que un cliente olvidó en la tienda en que trabaja. Por su parte, un egipcio, taxista en Nueva York, devolvió un Stradivarius al usuario que lo había olvidado en su vehículo.
—¡Edificante, Manoliño! Estamos, efectivamente, ante dos seres humanos de buena cuna y con una escala de valores claramente definida. En un palabra, un par de ciudadanos honrados con mayúscula. ¡Habrán recibido buenas recompensas!
—Juzga tú mismo. La chica fue gratificada con seis euros, y eso porque un compañero sugirió al roñoso cliente que se explicara.
—¿Y no se los echó a la cara?
—Por su parte, el violinista recompensó al taxista con todo el efectivo que llevaba encima, cien dólares, y le prometió ampliar esa cantidad y deleitar al gremio con un concierto en la terminal de taxis del aeropuerto.
—Hace más de dos mil años, Manoliño, Cicerón ya elogia la honradez aunque no reporte utilidad, recompensa ni provecho.
—¡Edificante, Manoliño! Estamos, efectivamente, ante dos seres humanos de buena cuna y con una escala de valores claramente definida. En un palabra, un par de ciudadanos honrados con mayúscula. ¡Habrán recibido buenas recompensas!
—Juzga tú mismo. La chica fue gratificada con seis euros, y eso porque un compañero sugirió al roñoso cliente que se explicara.
—¿Y no se los echó a la cara?
—Por su parte, el violinista recompensó al taxista con todo el efectivo que llevaba encima, cien dólares, y le prometió ampliar esa cantidad y deleitar al gremio con un concierto en la terminal de taxis del aeropuerto.
—Hace más de dos mil años, Manoliño, Cicerón ya elogia la honradez aunque no reporte utilidad, recompensa ni provecho.
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