—A tu juicio, Manoliño, ¿qué cualidades deberían adornar a un buen alcalde?
—No me digas que lucharás por el bastón de mando. ¡Qué bien nos vendría que la ciudad reconociera tu valía y te hiciera su regidor! Digo yo que, para entonces, te acordarías de nosotros.
—¡Ah!, pero, ¿crees que yo tendría posibilidades? Lo consideraré. ¿Imaginas los titulares al día siguiente?: ¡Tolico, alcalde!
—Volvamos a tu pregunta.
—Es que nuestro alcalde es tan sinsorga como tú: siempre serio, circunspecto, impasible el ademán, impecable en el vestir, ni un gesto de humor… ¡Que no! Tú, al menos, nos deleitas de tarde en tarde con una pizca de ironía, no sé si galaica, celta o sueva, pero él…
—¿Cuál sería tu actitud como primera autoridad de la ciudad?
—Cuando yo sea alcalde, el día de San Isidro, siguiendo los pasos del señor Álvarez del Manzano, cantaré y bailaré el chotis sobre un ladrillo con Pilar Rubio, mi otro amor imposible.
—No me digas que lucharás por el bastón de mando. ¡Qué bien nos vendría que la ciudad reconociera tu valía y te hiciera su regidor! Digo yo que, para entonces, te acordarías de nosotros.
—¡Ah!, pero, ¿crees que yo tendría posibilidades? Lo consideraré. ¿Imaginas los titulares al día siguiente?: ¡Tolico, alcalde!
—Volvamos a tu pregunta.
—Es que nuestro alcalde es tan sinsorga como tú: siempre serio, circunspecto, impasible el ademán, impecable en el vestir, ni un gesto de humor… ¡Que no! Tú, al menos, nos deleitas de tarde en tarde con una pizca de ironía, no sé si galaica, celta o sueva, pero él…
—¿Cuál sería tu actitud como primera autoridad de la ciudad?
—Cuando yo sea alcalde, el día de San Isidro, siguiendo los pasos del señor Álvarez del Manzano, cantaré y bailaré el chotis sobre un ladrillo con Pilar Rubio, mi otro amor imposible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario