(Imagen de Óscar Wilde tomada de su página oficial)
—¿No es usted el escritor Oscar Wilde?
—No, me llamo Sebastian Melmoth y no soy escritor.
Murió de meningitis y realizó el último viaje acompañado tan sólo de cinco personas. Óscar Wilde cultivó una capacidad de observación y un ingenio inhabituales. A su creatividad debemos docenas de pensamientos que servirán de reflexión a los seres humanos por toda la eternidad. Hoy sábado, siguiendo con nuestra tónica antológica, te ofrecemos éste:
“La vida imita al arte más que el arte a la vida. Los griegos, con su agudo instinto del arte, lo comprendieron así y, por ello, ponían en el aposento de la recién casada la estatua de Hermes o de Apolo, a fin de que pudiera concebir hijos tan hermosos como las obras de arte que, en su alegría o en su tristeza, contemplaba. Sabían que la vida no sólo toma del arte espiritualidad, profundidad de idea y sentimiento, inquietud o paz, sino que puede modelarse a sí misma siguiendo las líneas y colores del arte, y reproducir la dignidad de Fidias como la gracia de Praxiteles.”
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