—Irlanda dijo no, Manoliño.
—Si el planteamiento fuese de buena fe, Tolico, el Tratado de Lisboa, antes Constitución Europea, debería ser una declaración de intenciones clarita y al alcance de las entendederas de un ciudadano medio alfabetizado, y no un ladrillo infumable de cientos de páginas rellenas de tecnicismos y de palabrería destinadas a confundir y a ahogar al inocente europeo deseoso de conocer la cuadrícula en la que el sistema quiere confinarle. Enhorabuena a los irlandeses, a una nueva victoria de David contra Goliat.
—Si el planteamiento fuese de buena fe, Tolico, el Tratado de Lisboa, antes Constitución Europea, debería ser una declaración de intenciones clarita y al alcance de las entendederas de un ciudadano medio alfabetizado, y no un ladrillo infumable de cientos de páginas rellenas de tecnicismos y de palabrería destinadas a confundir y a ahogar al inocente europeo deseoso de conocer la cuadrícula en la que el sistema quiere confinarle. Enhorabuena a los irlandeses, a una nueva victoria de David contra Goliat.
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