lunes, 23 de junio de 2008

La noche del delirio

—Hoy, Manoliño, sin falta, fútbol. Sigo sin reponerme, emocionado, presa del delirio. ¿Qué más puedo decir?... ¿Sigo? ¿Sigo con cifras, números, datos, años…?
—Como siempre, tú mandas, Tolico. Yo me siento tan satisfecho como tú del triunfo español. ¿Cómo podría ser de otra manera? Sin embargo…
—Siempre tienes algún pero. No sé cómo te las ingenias. ¡Qué aburrido, Señor!
—Lo siento, colega, pero no puedo evitarlo. Y no es cosa mía: la realidad es tozuda, terriblemente tozuda. Aclárame extremos: ¿Está justificado que los aficionados concentrados en la plaza de Colón invadan el paseo de la Castellana y corten el tráfico? ¿Está justificado que la policía deba cargar para reponer el orden? ¿Cómo es posible que los servicios sanitarios necesiten atender a 65 personas?
—Chiquilladas, Manoliño.
—Sigo. ¿Es admisible que el fútbol español deba medio billón de pesetas? ¿Imaginas que pudiera suceder algo así con una empresa o con un grupo de empresas? Y, lo que es más grave, cuando los clubes consumen la pólvora del rey piden al sistema que les reflote, o sea con tus impuestos y los míos. Mientras el fútbol, los ayuntamientos, las diputaciones, las autonomías y el estado no funcionen como lo hace un hogar sensato que controla entradas y salidas y posibilidades reales de endeudamiento, me borro de delirios.

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