domingo, 6 de julio de 2008

Dignidad e integridad del marinero de la Costa de la Muerte

Así son las horas del ratón de biblioteca: escudriñas aquí y allá en busca de ese punto que colocar a la “i” y manejas información que se repite y se repite hasta que el azar o la constancia te hacen dar un salto en el pupitre cuando encuentras un precioso romance, obra seguramente de un fistor, de un poeta popular anónimo, que recoge el diálogo de Mefistófeles con un marinero en peligro de muerte al que intenta transmutar en Fausto; pero, las gentes de la Costa de la Muerte atesoran una dignidad y una integridad a prueba de tentaciones diabólicas. ¡Disfrútalo!

“En un tenebroso día
de tormenta y marejada,
a nueve millas de Corme,
batiéndose en la mar brava,
voces daba un marinero,
voces daba que se ahogaba.
Respondíale el demonio
del otro lado del agua:
—¿Cuánto dieras, marinero,
a quien del agua te sacara?
—Diera yo mis navíos
cargaditos de oro y plata.
—No te quiero tus navíos
cargaditos de oro y plata;
quiero que, cuando te mueras,
a mí me entregues el alma.
—¡Vete, aléjate, Satán,
con esa infame palabra!
Soy cormellán y cristiano,
no quiero vender el alma.
—Piénsalo bien, marinero,
la vida con nada se paga;
mi poder es inmenso
y cumplo mi palabra.
Le responde el marinero
con estas graves palabras:
—Nunca tuviste poder
sobre estas aguas sagradas;
engañosa es tu promesa,
y tu palabra, patraña.
Mi alma se la dejo a Dios
y a la Virgen cormellana;
la cabeza, a los mirlos
para que hagan su morada;
los ojos se los dejo a los ciegos
para que vean por donde andan;
los oídos, a los sordos
para que escuchen las baladas;
la lengua se la dejo a los mudos
para que pronuncien las palabras;
y las manos, a los mancos
para que hagan labranza;
las tibias dejo a los gaiteros
para que toquen la gaita,
y los pies para los cojos
para que anden sus jornadas”.

Recogido por Manuel Cousillas Rodríguez en La naturaleza ficcional de las leyendas folklóricas. Ventoprint. La Coruña. 1996.

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