miércoles, 9 de julio de 2008

“Libro cuyo interior no importa” o apariencia de libro

—¿Recuerdas la última vez que se te cruzaron los cables, Tolico?
—Y, ¿por qué me lo preguntas, Manoliño?
—Porque, como dirían Asi y su basca, me siento rayado, tanto que sucumbí a la tentación de navegar a la RAE y preguntarle por el término libro, que existen momentos en los que no sabes si sueñas o si, por el contrario, te encuentras en la realidad. Algunos de nuestros grandes de la pluma lucharon y luchan denodadamente por encontrar la palabra justa que colocar en la frase, cual piedra angular, cual clave que cierra el arco, y hete aquí que todo eso no importa en absoluto, no es más que una vulgar pérdida de tiempo.
—¿Estás tonto, Manoliño, o tonteas con las yerbas?
—¡Que no, colega! Un par de paisanos crean en Lavapiés “libros de artista”; es decir, “portadas de libros que elaboran a mano”, pero tras las que no existe libro.
—¡Apariencia de libro! La apariencia frente al ser. Acaban de descubrir a Maquiavelo. ¡Bien! Me pregunto, Manoliño, ¿qué pensará de todo esto el artesano maestro impresor Antonio Piñeiro?


Libros cuyo contenido no importa

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