Mi querido Bartolo: En primer lugar, quiero decir a Olivo que no sé cómo se encontrará el cielo, pero Manoliño está nadando. Lamento que ayer no pudiéramos salir al universo global, pero, a veces, los elementos no facilitan la tarea. ¿Qué tal tus andanzas? Mi experiencia está resultando fascinante, enriquecedora, aunque llueva algún rato y el fenómeno meteorológico complique y desluzca el viaje. A cada paso me cruzo con personas excepcionales... Después de unos días de trotamundos, acabo de llegar a Muxía, curiosamente, en fiestas del Carmen, la fiesta grande de la villa, aunque este año sin procesión por mar, que las exigencias legales lo impiden. Ya te iré contando, como a nuestros amigos, datos del viaje. Incorporo la entrada desde la oficina de atención al peregrino. Por hoy, dejo la visión de Manuel Rivas de la Costa de la Muerte, tomada de un reportaje que él publicó en la revista semanal de El País hace unos años:
“Aquí el mar urde su venganza. Se encarama al cantil, con sus miles de ojos desorbitados, blanquísimos de ira, y ruge una memoria tempestuosa de bergantines desarbolados, goletas al garete, desnortadas fragatas, pailebotes sin rumbo, cargueros encallados, pesqueros sin estrella, vapores sin resuello, señores del océano con la cerviz vencida, orgullosas máquinas del mar hundidas para siempre. Este mar de invierno lo cuenta todo a viva voz para que se enteren bien en la casa del hombre”.
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