(Escalera de acceso de la Torre de Hércules)
Desde antes de la Era cristiana, en las colinas próximas a los grandes puertos de la antigüedad se encendían grandes fuegos que guiaban a las gentes de la mar; pero, cuando aparecían la niebla o la tempestad, se multiplicaba el riesgo y, a menudo, ese riesgo se trocaba en desgracia. ¿Cuántos buques habrán encallado o se habrán hundido en las costas de todos los mares? El faro vino a paliar la necesidad. Cuando pensamos en estas construcciones, vienen a nuestra mente dos: el de la isla de Faros, en Alejandría, de más de cien metros, y la Torre de Hércules.
En apoyo a la candidatura de la Torre de Hércules como Patrimonio de la Humanidad.
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