Mi querido Bartolo: ayer me resultó imposible acudir a nuestra cita con el blog. Lo lamento de veras. No pretendo justificarme, pero créeme si te digo que pasear por el pequeño claustro del monasterio franciscano de Louro te transporta a otro mundo; tanto, que me quedé a comer en la hospedería. Y la guinda, Muros, una auténtica sinfonía en piedra, con sus arcadas, bajo las que tiempo ha se guarecían las pequeñas embarcaciones de pesca cuando se presentaba el temporal; con sus calles empedradas; con sus estrechos callejones, a veces de escalones, su grandiosa colegiata con una serpiente esculpida en el interior de la pila del agua bendita (la serpiente es la depositaria del saber en la mitología) y tantos atractivos más. Y un kilo de fanecas que compré al lado de la lonja (¡cuánto tiempo hace que no tomo fanecas!), porque volvía a la casa en que nací. Hoy, Porto do Son y el faro de Corrubedo, fin del viaje.
martes, 29 de julio de 2008
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1 comentario:
Buena descripción de mi pueblo, que supongo el tuyo. Siempre gusta encontrarse distintas visiones sobre el pueblo que quieres. Un saludo de un pesco desde Dublin
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