miércoles, 30 de enero de 2008

La Biblia, best seller en China

—Querido Bartolo: me encanta sentirte relajado, que los últimos días…
—Hay ocasiones, Manoliño, en que consigues sacarme de mis casillas. Ahora bien, esta noche descansé relajada y reparadoramente y creo haber recuperado mi correa habitual. Así que, manos a la obra y tema para hoy.
—¡Nos vamos a China, Bartolo!
—¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por cuánto tiempo?
—¡Alto ahí! Quiero decir que vamos a referirnos a China.
—Mi pleitesía a país así de laborioso: la invención del compás revolucionó la navegación; el descubrimiento de la pólvora cambió el modo de guerrear; la seda, la primitiva imprenta…; en lo que se equivocaron fue en la construcción de la muralla, que ya se sabe que resulta inútil poner puertas al campo.
—No te vayas tan atrás, Tolico, y céntrate en los últimos sesenta años. China se proclama oficialmente atea en el año 1949; en 1966 inicia la Revolución Cultural y hasta 1976 quema las Biblias. En este punto, no puedo evitar acordarme de mi maestro don José y del cariño con que atesoraba un ejemplar de Sempre en Galiza, título prohibido en la época y que él había conseguido de estraperlo. Pues bien, después de todos estos años de lucha contra lo espiritual, he aquí que un tercio de los chinos acepta poseer creencias religiosas. Ortega estima que cada quince años se produce un cambio generacional; luego, en sesenta años se sucedieron cuatro generaciones, con lo que cabría preguntarse qué mantiene en el alma china el sentimiento religioso.
—Anda, Manoliño, pon tú la guinda hoy.
—No te reconozco, Tolico, pero, gracias. Finalmente, el sistema decidió imprimir la Biblia y, hace unos días, proclamó la edición del ejemplar cincuenta millones. ¡Vivir para ver!

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