—Querido Bartolo: Te encuentro especialmente serio, abstraído, taciturno…
—Diría yo que reflexivo, Manoliño. Y es que, si los Beatles ven cumplido su sueño de cruzar el espacio, yo también podría viajar atravesando el universo. ¿Te lo imaginas? Como en Across the Universe (A través del Universo), yo quiero ver “imágenes de luz bailando ante mí como un millón de ojos que me llaman y me llaman a través del universo”.
—Hoy, no te preguntaré si has fumado, Bartolo. Déjame que pierda los modales por una vez y que directamente te califique de cabra loca.
—No te lo tomo en cuenta, colega, que estoy exultante con la idea de conocer qué sucederá con la preciosa canción de los Beatles cuando dentro de 431 años alcance la Estrella Polar.
—No es que estés como una cabra loca, Tolico, ¡estás de psiquiátrico! ¿O es que esperas vivir esos cientos de años?
—¡Ahí quería yo llegar, Manoliño! Ya se sabe que la ignorancia es osada, y tú no podías ser excepción. Atiéndeme bien, señor maestro: ¿Qué sabes de Parménides? ¡Pues al diccionario, que a mí no se me paga por darte clase particular! Parménides, hace 2.500 años, advirtió que el tiempo es una ilusión.
—¿Una ilusión? ¡Una leche!
—¿Tampoco te suena la paradoja de los gemelos? Me esforzaré por descender a tu nivel, Manoliño. Si Einstein no está errado, yo viajaría en el espacio a una velocidad próxima a la de la luz; unos años después, retornaría y me encontraría con un mundo totalmente distinto al que dejé, un mundo del que habrían desaparecido mis coetáneos y los hijos de los hijos de mis coetáneos, un mundo que esperaría mi vuelta con expectación porque yo sería la confirmación de tanta teoría, ¡y hecho un chaval! Y conocería el desenlace de la llegada de Acros the Universe a la Estrella Polar. ¿Alcanzas a imaginártelo?
—Difícilmente, Tolico. Según avanzabas en tu disertación, se afianzaba en mí la idea de que perteneces a ese grupo de seres que basculan entre el síndrome de Peter Pan y el ansia de una vida infinita. ¡Pobre Bartolo! ¡Despierta!
—Diría yo que reflexivo, Manoliño. Y es que, si los Beatles ven cumplido su sueño de cruzar el espacio, yo también podría viajar atravesando el universo. ¿Te lo imaginas? Como en Across the Universe (A través del Universo), yo quiero ver “imágenes de luz bailando ante mí como un millón de ojos que me llaman y me llaman a través del universo”.
—Hoy, no te preguntaré si has fumado, Bartolo. Déjame que pierda los modales por una vez y que directamente te califique de cabra loca.
—No te lo tomo en cuenta, colega, que estoy exultante con la idea de conocer qué sucederá con la preciosa canción de los Beatles cuando dentro de 431 años alcance la Estrella Polar.
—No es que estés como una cabra loca, Tolico, ¡estás de psiquiátrico! ¿O es que esperas vivir esos cientos de años?
—¡Ahí quería yo llegar, Manoliño! Ya se sabe que la ignorancia es osada, y tú no podías ser excepción. Atiéndeme bien, señor maestro: ¿Qué sabes de Parménides? ¡Pues al diccionario, que a mí no se me paga por darte clase particular! Parménides, hace 2.500 años, advirtió que el tiempo es una ilusión.
—¿Una ilusión? ¡Una leche!
—¿Tampoco te suena la paradoja de los gemelos? Me esforzaré por descender a tu nivel, Manoliño. Si Einstein no está errado, yo viajaría en el espacio a una velocidad próxima a la de la luz; unos años después, retornaría y me encontraría con un mundo totalmente distinto al que dejé, un mundo del que habrían desaparecido mis coetáneos y los hijos de los hijos de mis coetáneos, un mundo que esperaría mi vuelta con expectación porque yo sería la confirmación de tanta teoría, ¡y hecho un chaval! Y conocería el desenlace de la llegada de Acros the Universe a la Estrella Polar. ¿Alcanzas a imaginártelo?
—Difícilmente, Tolico. Según avanzabas en tu disertación, se afianzaba en mí la idea de que perteneces a ese grupo de seres que basculan entre el síndrome de Peter Pan y el ansia de una vida infinita. ¡Pobre Bartolo! ¡Despierta!
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