miércoles, 20 de febrero de 2008

“Si tienes un sueño…”

—Hola, Bartolo…
—¿Hola, Manoliño?
—Pues sí, Bartolo: simplemente, hola, que desde ayer no se me va de la cabeza lo que dijiste a Jorge de acompañarle en su buque petrolero aunque fuese como polizón.
—¡Qué agilidad mental la de Manoliño, Señor!
—Hace años…
—Y, además, viejo pellejo, que me tiene aburrido con tanta batallita.
—No me dejo ofender, Bartolo. Prosigo. Hace un buen puñado de años, conocí en el mundo rural a un maestro auténtico, de los de mi niñez, vocacional…
—De los que no abundan.
—Y este caballero esperaba ansioso la llegada de la jubilación, ¿sabes para qué? Para cumplir el sueño de su vida.
—¿Y cuál era?
—Disponer de un pollino.
—Otro Platero y, a lo mejor, hasta pensaba escribirle un libro, como hizo Juan Ramón. ¿Y la moraleja?
—Falleció cuando tramitaba el papeleo.
—Lo siento, Manoliño. ¡Qué triste!
—Estoy seguro de que si a aquel maestro de la vieja escuela le fuese dada la oportunidad de repetir la existencia recordaría un mensaje publicitario que no hace mucho martilleaba nuestros oídos y que decía: “Si tienes un sueño, persíguelo”. Y, naturalmente, intentaría llevarlo a la práctica.
—¿Me estás echando, colega?

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