lunes, 4 de febrero de 2008

Pasión por la profesión o la noche "Goya" de Alfredo Landa

—Querido Bartolo: ¿Cómo de ruin será el cine por dentro, entre bambalinas?
—¡Pobre iluso Manoliño! Pues, como todos los mundos: amistades inquebrantables, envidias, zancadillas, quítate tú para ponerme yo, puñaladas traperas…
—No dejas títere con cabeza, Tolico.
—¡Qué pena de hombre! Parece que hubieras salido ayer de la aldea, eres más madrileño que la Cibeles y no acabas de enterarte de cómo es la vida. ¡Sigue así!
—¿Y qué me dices de
Alfredo Landa, colega?
—¿A mí me lo preguntas? ¿No sois de igual generación?
—No te curro por no entretenerme. Don Alfredo atesora una vida de trabajo…
—Igual que casi todo el mundo.
—Te encuentro puntilloso, Bartolo.
—¿Puntilloso? ¡Realista! ¿Qué me dices de los marineros, de los mineros, de los barrenderos, de…?
—¡Alto, alto, amigo! No compares, que tampoco lo hago yo. Alfredo Landa es un currante y un artesano de la interpretación que alcanzó el grado de Actor con mayúscula.
—Y no seré yo quien se lo niegue, Manoliño.
—Don Alfredo, Bartolo, al terminar el rodaje de Luz de domingo cayó en la cuenta de que había perdido su pasión por hacer cine, y entendió que “esta profesión sin pasión no vale la pena”, y se retira.
—¿Y qué profesión puede ejercerse sin pasión? ¡Feliz edad de júbilo, Sr. Landa, le desea Tolico, que con 75 años a punto de cumplir la tiene usted bien merecida! ¡Ojalá que un servidor y tantos cientos de miles de curritos pudiésemos retirarnos a nuestros cuarteles de invierno y vivir un retiro… discreto. Y antes de que este simple de colega me obsequie con una colleja, déjeme decirle que disfruté y disfruto con su trabajo, que le admiro como profesional y que le deseo lo mejor en esta nueva etapa de su vida.

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