sábado, 2 de febrero de 2008

“Sólo fue un sueño”

Querido Bartolo:
Al asesinado John F. Kennedy le sucedió el vicepresidente Johnson; años atrás, otro vicepresidente Johnson sucedió al asesinado Lincoln, el hijo de un carpintero convertido en granjero, que fue abogado, que alcanzó la dignidad de la presidencia del poderoso Estados Unidos y que tuvo el valor de proclamar un principio tan ofensivo como que “todos los hombres son iguales ante la ley y ante Dios”.
Unas diez o doce noches antes del magnicidio, Lincoln vivió un extraño sueño que refirió así a su esposa:

“Hace diez días, me acosté muy tarde esperando unos mensajes importantes del frente. No hacía mucho que estaba en cama cuando caí en un sopor muy profundo ya que estaba agotado. No tardé en empezar a soñar. Me pareció percibir un silencio de muerte a mi alrededor. Después, oí unos sollozos ahogados, como de alguien que llorase. Creí levantarme de la cama y descender la escalera. En el piso bajo, el silencio estaba roto por los mismos tristes lamentos.
Fui de habitación en habitación y sin ver a nadie, aunque los sollozos continuaban sin ceder un ápice. Vi luz en todas las habitaciones. Todos los objetos me eran familiares, pero, ¿dónde se hallaban las personas que sollozaban como si se les partiese el corazón? Me sentía intrigado y alarmado. ¿Cuál era el significado de todo aquello?
Determinado a descubrir la causa de una situación tan misteriosa y extraña, seguí avanzando hasta que llegué a la sala Este, donde entré. Allí vi una aterradora sorpresa. Delante de mí se alzaba un catafalco sobre el que reposaba un cadáver amortajado. A su alrededor los soldados montaban la guardia. Había un grupo de personas contemplando tristemente el cadáver, cuyo rostro quedaba velado. Otros lloraban sin consuelo.
—¿Quién ha muerto en la Casa Blanca? —pregunté a un soldado.
—El señor Presidente —fue la inesperada respuesta. Y el soldado añadió—: Lo ha matado un asesino.
De pronto, se produjo entre los reunidos una fuerte explosión de lamentaciones y sollozos, y esto me despertó.
Aquella noche no logré volver a conciliar el sueño, y aunque sé que sólo fue un sueño, me tiene grandemente preocupado.”

La premonición se hizo realidad el 14 de abril de 1865 cuando el fanático John Wilkes Booth descerrajó la cabeza del señor Presidente.

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