—Yo elegiría ser feliz, Manoliño.
—La pregunta la formuló Robert Nozick, filósofo y profesor de Harvard, y encontró que la mayoría de los encuestados desecharía el nirvana de la felicidad porque estima que sin insatisfacción resultaría imposible alcanzar la dicha.
—Parece que el género humano fuese masoca.
—Llevando la conclusión al absurdo, la sociedad debería estar reconocida a la naturaleza y a la legión de cabritillas y mamonazos que en el devenir histórico han sido porque con sus barrabasadas procuran el dolor al ser humano, lo que le permitirá alcanzar la dicha en algún instante de su existencia.
—Mi querido Manoliño: no se me escapó que me restituiste el Mi del saludo y créeme que me reportó un instante, al menos, de satisfacción, pero, ¿te das cuenta de en qué profundidades te metes en viernes, un día en que cada cual intentamos desconectar de la tensión de la semana?
—Espera un momento, Tolico. Leo que la orquesta estadounidense más antigua, la Filarmónica de Nueva York, ha cosechado un éxito inhabitual e inconmensurable con el concierto que ofreció en el Gran Teatro de Pyongyang.
—¿En China?
—Cerca, en Corea del Norte.
—Y, al sur, Corea del Sur, paralelo 38 en medio.
—Efectivamente, Tolico. Después de sesenta años de tensión, parece querer vislumbrarse un rayo de esperanza en aquel foco de tensión. Tendría gracia que fuésemos masocas y que debiésemos agradecer a tanto taimado como puebla el mundo conocido que nos dé la oportunidad de anhelar un instante de felicidad.