miércoles, 30 de abril de 2008

Bartolo, ¡el mito!

—Querido Manoliño: ahora que Google ya me reconoce como lo que soy, una auténtica figura, voy a crear el mito.
—¿El mito, Tolico?
—¡El mito!: ser protagonista de la Historia, que el mundo entero sepa de Tolico.
—¿Vuelves a la obsesión?
—¿A la obsesión?¡A la realidad! Ahí tienes a Marcos: buena planta, el misterio en que le envuelve el pañuelo rojo y el pasamontañas, nombra un par de títulos como sus libros de cabecera y le acosan las mujeres…, y desde que se confiesa enamorado de Angelina Jolie, ni te cuento.
—¿A qué Marcos te refieres, Tolico? ¿Al de Imelda?
—¿Quién es Imelda?
—Déjalo, porque entramos en un auténtico diálogo de besugos.
—¡Marcos, el subcomandante zapatista! ¡Qué listo el puñetero! Todo revolución, pero “ama con locura” a Angelina Jolie. ¡Yo también te quiero, Angelina! Por cierto, ¿crees que le gustaré? Porque no estoy muy seguro de mi físico.
—¿Y pretendes formar parte de la Historia simplemente rindiéndote a los pies de Angelina Jolie?
—Voy a estudiar inglés, también.
—Atinada decisión, Tolico; si no, ¿cómo te comunicarás con la amada?
—Está decidido, Manoliño. Tengo a la profesora más competente y popular: una escultural veinteañera rusa, rubia y de ojos azules cuyas lecciones han sido vistas en YouTube más de cincuenta millones de veces. Cómo será, que los alumnos ¡hasta le piden lecciones de desnudo!

(Nos reencontramos en unos días. Gracias.)

martes, 29 de abril de 2008

Bartolo y sus perlas

—¡Qué contento estoy, Manoliño!
—¡Albricias! Entonces, ¿tendremos un post relajado?
—Eso depende de ti, de lo pelusa que te pongas cuando te dé la nueva.
—Suéltala, que ansío conocerla.
—¿Quién es la estrella del blog? No me lo digas y déjame que sea yo quien te responda. El alma de Manólogos… es Tolico. Y, si no, pregúntaselo a Google, que es la verdadera autoridad en esta cuestión.
—No entiendo nada, Bartolo.
—No me extraña. ¡Qué pena! Te lo explicaré pasito a pasito: entras a Google, en el cajetín de búsqueda escribes Tolico y aprietas la tecla Enter. ¿Me sigues? Un instante después, Google te devuelve una pantalla en la que te informará de que encontró no sé qué barbaridad de miles de entradas con mi nombre. ¿Y adivinas cuál es la primera?
—Lógicamente, Manólogos…
—Y, lo más importante, lo he conseguido yo solito.
—¿Probaste a preguntar a Google por tu colega Manoliño?
—No me pongas en ese brete, que temo hacerte daño: ¡no apareces hasta la tercera pantalla! Ponte las pilas, haz que le dé el aire a ese cabezón y toma una decisión inteligente: invítame a comer y ya verás cómo se me ocurrirá alguna estratagema para que Google te tome en consideración.
—¿A comer? ¿Me estás chantajeando?
—A degustar unas ostras en Cambados, Manoliño.
—¿Ostras y en Cambados? Y, ¿qué tal si las riegas con un buen albariño?
—¡Excelente elección, colega!
—¿Necesitas, acaso, acrecentar tu líbido?
—Como es un hecho que estoy en racha, espero conseguir unas perlas naturales, que si aguardo un regalo tuyo…

lunes, 28 de abril de 2008

“A la mierda el sistema”

—Hoy, Bartolo, es el Día Internacional de la Seguridad y Salud en el Trabajo.
—Pero, ¿no habíamos convenido en que nada de Días de…?
—¿Te sientes trabajador? Dime, ¿cuántos trabajadores dejan su vida en el tajo? La sociedad no se conciencia respecto de esta lacra, Bartolo, pero los accidentes laborales, estoy convencido, serían un problema evitable si se pusiesen en marcha las correspondientes medidas de seguridad.
—¿Qué quieres que te responda, Manoliño? Me horroriza la lectura de las declaraciones de un sindicalista: “Los trabajadores no saben los riesgos que corren”.
—¿Son tontos los trabajadores? ¿Es que ignora ese caballero la existencia de la subcontratación encadenada, la precariedad laboral y la carencia de políticas preventivas?
—Como será, Manoliño, que un elevado porcentaje de accidentes son presentados al juez como delito contra los derechos de los trabajadores y/o como homicidio por imprudencia en los casos más graves. ¡A la mierda el sistema!
—¡Bartolo! ¡Repórtate! ¡Esas formas! Una sanción que rasque el bolsillo del/de los responsable/s es el modo más seguro de disuadir y prevenir esta sangría.
—¡A la mierda el sistema!
—Bartolo, que es reiteración. Otra vez te pido que te reportes. Vamos, que no te reconozco.
—Eso, pídeselo a los italianos, que el pasado viernes festejaron por segunda vez el día de mandar a la mierda al sistema.

domingo, 27 de abril de 2008

“Somos lo que somos”

Hoy domingo, día de antología, no puedo evitar ser un poco más aldeano que de ordinario y traer a este mirador quince palabras aparentemente enigmáticas, aunque sospecho que nacidas del dolor y del corazón de mi convecino don Ramón Fernández Mato. Cuando se me presentó la oportunidad de departir con él en Villagarcía, en el verano de 1980, ya se le iba la cabeza y no recordaba que en la puerta de la redacción del diario El Pueblo Gallego, del que fue copropietario y director, colocó un cartel con la leyenda “Esta es la avenida de la libertad. Aquí puede escribir todo el mundo”, aunque me reconoció que así sucedía en la práctica. Pues bien, don Ramón escribió:

"Somos lo que somos, no lo que quieran decir, y seremos lo que queramos ser."

sábado, 26 de abril de 2008

El pasajero

¿Podría expresarse mejor en catorce versos?

El pasajero
¡Tengo rota la vida! En el combate
de tantos años ya mi aliento cede,
y al orgulloso pensamiento abate
la idea de la muerte, que lo obsede.

Quisiera entrar en mí, vivir conmigo,
poder hacer la cruz sobre mi frente,
y sin saber de amigo ni enemigo,
apartado, vivir devotamente.

¿Dónde la verde quiebra de la altura
con rebaños y músicos pastores?
¿Dónde gozar de la visión tan pura

que hace hermanas las almas y las flores?

¿Dónde cavar en paz la sepultura
y hacer místico pan con mis dolores?

Ramón María del Valle-Inclán

viernes, 25 de abril de 2008

Tony Blair, polizón

—¿Dónde, dónde se coló, Manoliño?
—No seré yo quien diga que eres un amarillista y un demagogo, Tolico, pero, repórtate. Por cierto, ¿has oído hablar del ex primer ministro británico en los últimos meses?
—Lo tengo perdido en la nebulosa.
—Desde que abandonó el cargo, hace menos de un año, que se conozca, es emisario para Oriente Medio del Cuarteto diplomático.
—¡Qué título más largo!
—Además, consejero de JP Morgan, asesor de Zurich Financial Services, y lleva impartidas conferencias por valor de un millón de dólares.
—¡Qué fiera, el gachó! Yo quiero volver al colegio, pero al colegio en que él se educó, a ver si se me pega algo.
—Pues bien, Tolico, Tony Blair y su asistente viajaban en tren en dirección al aeropuerto londinense de Heathrow, pero olvidaron pasar por taquilla.
—Te aseguro, Manoliño, que don Tony, además de todo lo que dijiste de él, debe de estar en muy buena forma física, porque dudo mucho que tú fueras capaz de saltarte los tornos del tubo de Londres.
—Y un probo revisor no tuvo mejor ocurrencia que pedirle el billete.
—Pues que se prepare… o, a lo mejor, hasta lo ascienden por semejante atrevimiento. ¡Qué especiales son los británicos, Manoliño! Seguro que la niebla los confunde, porque, ¿te imaginas a nuestros ex presidentes, el señor González o el señor Aznar por poner un par de ejemplos, cual vulgares y anónimos curritos, tomando el metro para dirigirse a la Terminal 4 de Barajas?

jueves, 24 de abril de 2008

Bartolo, ¿hortelano?

—En mi próxima vida, Manoliño, yo querría ser taxista.
—¿Taxista, Tolico? Es la primera vez que te escucho referirte a tal deseo.
—¿Te imaginas divertirte a la vez que trabajas?
—¡Envidiable! Trabajar en lo que a uno le gusta es una bendición al alcance de pocos mortales. Pero, ¿te has parado a pensar en la vida del profesional del taxi? Necesita de un respetable capital que le permita adquirir la licencia y el vehículo; luego, interminables jornadas de trabajo, el ignorar a quién traslada y adónde, con lo que supone de riesgo, especialmente por la noche, que deben de vivirse muchos sustos con los atracos, y no quiero ni pensar en un homicidio, que también se producen. ¡Quita, quita!
—Nómbrame una profesión, Manoliño, en la que las jornadas no resulten eternas y en la que no se corran riesgos. La verdad es que debería haber concretado un poco más mi pretensión: en realidad, yo querría ser taxista en la Terminal 4 de Barajas.
—¡Vaya concreción! Ahora, me confundes del todo. Tendrás una razón seria.
—Es que los taxistas de la Terminal 4 de Barajas se pasan muchas horas aguardando a realizar un servicio y, en ese tiempo de espera, duermen la siesta, hacen deporte, pintan, juegan al mus…
—Las largas esperas son otro inconveniente. En verdad que mi confusión no deja de acrecentarse, Tolico. Tú, realmente, ¿quieres ser taxista o dedicar tu tiempo a esos otros entretenimientos?
—Yo quiero ser taxista para poder cultivar el huerto de ajos que los profesionales del volante han establecido en las medianas separadoras de la Terminal 4.

miércoles, 23 de abril de 2008

Hoy, Día del Libro

—Cada día que pasa, te entiendo menos, Manoliño... ¿Es que no vas a preguntarme por qué?
—Puedo recibir cualquier respuesta, pero, dime el porqué.
—¿Desde cuando festejas los Día de...?
—Por sistema, ya sabes que no. Los Día de... tienen la virtualidad de recordarnos que esto o aquello existen, y, a veces, nos inducen a reflexionar en torno al asunto, pero con el Día del Libro deberíamos hacer una excepción.
—O sea, Manoliño, que puedo hacerme a la idea de que hoy recibiré un regalo.
—Voy a regalarte, Tolico, el juicio que el libro suscitó no hace mucho a don Antonio Gala:

“Si un hombre conserva la capacidad de admiración que tuvo de niño, y la capacidad de sorpresa y de curiosidad infantiles, es decir, si un hombre es un verdadero hombre, lo deberá a los libros que lo han enriquecido. Si un hombre se siente eslabón de la gran cadena humana, es porque se ha confundido —fundido con— y ha consentido —sentido con— en lo que millones y millones de otros hombres, distantes en el espacio y el tiempo, aspiraron en común y soñaron. Eso sólo a través de los libros puede conseguirse. El libro es lo que nos purifica y multiplica, lo que nos prolonga, lo que nos redime, lo que nos humaniza.”

martes, 22 de abril de 2008

Vuelven los tiempos de ‘La Invencible’

—No puedo creerlo, Manoliño.
—Ni yo, Tolico. ¿Qué habrán hecho esos 26 tripulantes del atunero secuestrado para verse envueltos en semejante pesadilla? No sólo han de luchar con el dolor de la separación de sus familias, ni con la hostilidad y el riesgo de la madre sin sueño, ni con la esperanza de una pesca incierta, sino que vuelven —volvemos— a los tiempos de Drake.
—Igual que hace cientos de años, piratas profesionales dotados hoy de lanchas rápidas y lanzagranadas siembran el terror en la mar.
—Y yo me pregunto, Tolico: ¿De verdad vivimos en el siglo XXI? ¿Para qué sirve tanto satélite y tanto GPS? ¿Para qué gastamos lo que gastamos en mantener la OTAN? ¿Y eso del escudo no sé qué?...
—Calla, calla, que pareces un político haciendo oposición, Manoliño. Llámame lo que quieras, pero no te quepa duda de que en cuanto colgasen de la verga del palo mayor a una de esas pandas, la mar océana recuperaba la paz.

lunes, 21 de abril de 2008

Renovarse…

—¿Qué te parece, Tolico, si adquiriéramos una e-sepultura?
—Déjame que me asegure de que estoy despierto. ¿Una e-sepultura? ¿Qué es eso?
—Una tumba con vistas.
—¡Manoliño, Manoliño! Cualquier día consigues sacarme de mis casillas. ¿Una sepultura? ¿Es que todavía no te has dado cuenta de que la tónica hoy pasa por la incineración? ¡Una tumba con vistas! Pero, ¿para qué necesita vistas un muerto si se consumirá encerrado? ¡Qué pena!
—Verás: de este modo, cuanto tú mueras…
—¡Alto, alto ahí! ¿Qué es eso de cuando yo muera? Has de saber que estoy tocando madera desde que iniciaste conversación así de estimulante, y ten la seguridad de que me precederás en semejante viaje. ¡Habrase visto! Pero, suéltalo de una vez para que, cuando te llegue el momento, yo ponga en marcha tu última voluntad.
—Una empresa japonesa de lápidas se ha renovado e incorpora en sus tumbas conexión a teléfonos móviles…
—Manoliño, ¿recuerdas cuando Valle-Inclán se asombra ante la tapia del cementerio? El autor, por más que reflexiona, no entiende la razón de su existencia: los que están dentro ya no pueden salir, y los que todavía nos encontramos fuera no tenemos el menor interés en entrar. Luego…
—Bartolo, en cuanto me descuido, me enredas; así que, lee tú mismo la información.
—Y te digo más, Manoliño: si yo tuviese que elegir, valoraría pedir reposar en Finisterre.

domingo, 20 de abril de 2008

“Nunca nos han regalado nada, ni el pan, ni el trabajo, ni la libertad” (Marcelino Camacho)

La revista Madrid Sindical de abril —disponible en formato PDF en este enlace— informa de un homenaje popular a Marcelino Camacho. El área central de la página siete está ocupada por una tierna fotografía que muestra a un par de ancianos, Josefina y Marcelino, emocionados y felices. Don Marcelino está en los noventa años y ha sido y es todo honradez, coherencia y dignidad. ¡Qué bien que, después de una vida como la que le tocó vivir, recoja las mieles en la senectud! Con la aquiescencia de Bartolo, termino la entrada con unas palabras de Bertolt Brecht que parecen escritas para retratar a nuestro protagonista:

"Hay hombres que luchan un día y son buenos, otros luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los que luchan toda la vida, y esos son los imprescindibles."

P.D.: Permítanme nuestros amigos lectores y Bartolo unas palabras que adeudo a Lidia: a pesar de tu juventud, eres una profesional preparada como no es habitual, que se aplica, que sabe manejar a un grupo, que sabe mostrar el error sin ofender, que sabe encajar percepciones que no comparte, y que no se arredra, aun a sabiendas de que se enfrentará a fierecillas, alguna con el colmillo algo retorcido aunque sin mala intención. Enhorabuena y gracias por todo.

sábado, 19 de abril de 2008

De los bancos callejeros (‘La colmena’)

Desde las primeras semanas, dedicamos las entradas de sábados y domingos a antología u otros. Como continuación de la entrada de ayer, y a sugerencia de Bartolo, incluimos unas líneas tomadas de La colmena, de Camilo José Cela Trulock.
Si quisieras curiosear en torno al autor o a la obra, entra a Wikipedia y teclea lo que te interese en el cuadro de texto buscar, situado en el área de la izquierda (me resulta imposible incluir ambos enlaces porque incorporan el símbolo %, que no acepta esta plataforma).

“Los bancos callejeros son como una antología de todos los sinsabores y casi todas las dichas: el viejo que descansa su asma, el cura que lee su breviario, el mendigo que se despioja, el albañil que almuerza mano a mano con su mujer, el tísico que se fatiga, el loco de enormes ojos soñadores, el músico callejero que apoya su cornetín sobre las rodillas, cada uno con su pequeñito o grande afán, van dejando sobre las tablas del banco ese aroma cansado de las carnes que no llegan a entender del todo el misterio de la circulación de la sangre. Y la muchacha que reposa las consecuencias de aquel hondo quejido, y la señora que lee un largo novelón de amor, y la ciega que espera que pasen las horas, y la pequeña mecanógrafa que devora su bocadillo de butifarra y pan de tercera, y la cancerosa que aguanta su dolor, y la tonta de boca entreabierta y dulce babita colgando, y la vendedora de baratijas que apoya la bandeja sobre el regazo, y la niña que lo que más le gusta es ver cómo mean los hombres…”

viernes, 18 de abril de 2008

‘La colmena’, retrato vivo de la posguerra madrileña

Viejo Hospicio madrileño en la calle Fuencarral, hoy Museo MunicipalDespués de negociar con mi dictador la entrada de Global Galicia, el blog colectivo en que participamos periódicamente, encuentro que se me presentan dificultades para enlazar con ella, por lo que la incluyo a continuación.


“No perdamos la perspectiva, yo ya estoy harta de decirlo, es lo único importante”. Así inicia Cela el resultado de los cinco años de trabajo que dedicó a La colmena.

La novela resulta ser un retrato vivo y en movimiento de la mísera sociedad del Madrid de la posguerra, el reflejo de la cotidianidad de la vida, una vida resultado del conglomerado de cientos de vidas que se cruzan, las vidas de unos seres infelices acosados por la pobreza y por el hambre, asfixiados por la urgencia del día a día, cargados de luces y de sombras, incapaces de realizarse como personas, desilusionados, insatisfechos, desamparados, angustiados, resignados, contradictorios, insolidarios, enfermos, víctimas de la inercia, del racionamiento, del estraperlo y del miedo a ser delatados. En fin, unas vidas sin futuro que caminan a salto de mata y a las que, a menudo, la realidad obliga a dejar a un lado compromisos y moralidad.

En el lapso de tres días, don Camilo sitúa el grueso de la acción en el entorno limitado por tres calles céntricas y conocidas, incluso para los no madrileños, como son Fuencarral, San Bernardo y Gran Vía. El devenir de la obra se sitúa en establecimientos que la evolución y el tiempo trasladaron al mundo virtual. Ello no es óbice para que el Madrid de la novela apenas sufriera cambios en la permanente transformación que experimenta la urbe.

Traducida a multitud de idiomas, La colmena es para Cela la “crónica amarga de un tiempo amargo”; para el mundo, un espejo al que asomarse para atisbar el Madrid de aquellos años.


(Imagen del viejo Hospicio madrileño, sito en la calle de Fuencarral, hoy Museo Municipal, procedente del Banco de Imágenes y Sonidos)

jueves, 17 de abril de 2008

Bartolo y la viagra

—¿Qué tal la viagra, Bartolo?
—¿Has dicho viagra, Manoliño?
—Viagra he dicho, colega.
—¿Estás tonto?¿Crees acaso que ésta es conversación para llevar al blog?
—¿Por qué no? La viagra cumplió diez años de existencia y, después de las chanzas a que dio lugar en los primeros momentos, es una medicina que se administra para cumplir una función.
—Lo que tú quieras, pero de viagra no hablo, y te aprovechas de que estoy un poco bajo de tono, que estos días atrás no te hubieras atrevido.
—Acepta la realidad, Tolico, y reconócete víctima de la educación represiva de que fuiste objeto en su día.
—No sigas pinchándome o conseguirás sacarme de mis casillas. Por cierto, ¿a qué viene lo de la viagra?
—El sistema israelí estudia prescribir la medicina a sus pilotos.
—¡Decisión inteligente, sí, señor! ¿También ellos la necesitan? ¿Por qué? ¡Horror! ¡Con la admiración que despiertan a su paso con sus vistosos uniformes! Está claro que somos poca cosa.
—Pero hay más, Tolico.
—¿Más?
—Sí, y es que nuestras autoridades encontraron unas dosis de viagra a un viajero.
—¡Normal! ¿O está prohibido llevar el medicamento en los viajes?
—2.000 dosis.
—¿Para uso personal?
—Eso dice el interfecto.
—¿Te imaginas el festival? ¡Guau! Parece claro que buscara estar en la gloria permanentemente. ¿Se las recetó su médico de familia? ¿Dónde hay que apuntarse?

miércoles, 16 de abril de 2008

De rentabilizar inversiones y maestros senior

—Mi querido Bartolo…
—Así, así me gusta. La realidad me muestra de nuevo que no existe mejor medicina que el estacazo, aunque sea virtual. Ayer te enseñé los dientes y hoy llegas al blog como una seda, y más te vale. Por cierto, no he podido acceder al enlace de la última entrada…
—Lo lamento, Tolico, pero te aseguro que la noticia fue publicada en esa dirección.
—Por esta vez no te lo tomo en consideración, para que mis lectores aprecien que hasta soy capaz de parecer magnánimo. ¡Al grano! Me gusta eso de rentabilizar las inversiones. ¿En qué sugieres que invierta? Y Dios te libre de meter la pata o te corro a gorrazos, que con la pela no se juega.
—No es exactamente lo que estás pensando. La glosa de hoy se refiere a los centros educativos de nivel no universitario, o sea, colegios e institutos. ¿Te has parado a pensar en el dineral que cuesta su construcción y su mantenimiento?...
—¿Y qué pretendes, Manoliño, acoger y formar a nuestros jóvenes en las plazas o en los parques, al aire libre, en plena naturaleza? ¡Qué corto me quedo cuando te llamo cabezón!
—No te apresures, colega, y escúchame. ¿Has tomado en consideración que semejante infraestructura deja de existir a las cuatro o cuatro y media de la tarde de los días lectivos cuando podría seguir prestando servicio total o parcialmente unas horas más cada día?
—Lo que tú pretendes es que te fiche la Ministra.
—Por fin, tímidamente, Galicia da un paso en esta línea posibilitando la apertura de los centros educativos los fines de semana.
—Me alegro de que una de tus viejas reivindicaciones eche a andar. ¿Y lo de los maestros senior?
—Uno, además de cabezón, como tú dices, cree conservar una brizna de sentimiento y no puede evitar emocionarse cuando conoce casos como el de Nicolasa Gómez, que, con 90 años y jubilada desde hace 15, sigue ejerciendo como maestra atendiendo a conciudadanos mayores de los barrios marginales de Riohacha, una vieja ciudad colombiana.
—Nicolasa no es una maestra, sino otra madre Teresa de Calcuta.

martes, 15 de abril de 2008

¿Llegaría tarde Bartolo a su funeral?

—Antes de referirme a este titular tan provocador y que me pone los pelos como escarpias sólo de pensarlo, te propino una soberana colleja aunque sea sólo virtual…
—¿Una colleja a mí? Vaya modo de comenzar la entrada.
No una, sino un ciento, porque descuidas tu obligación como escribiente. Tiene gracia que haya de ser mi amigo Asi quien me haga saber que ya llevo cien post. ¡Gracias, pibe! ¡Mis primeros cien post! ¡Los primeros cien post de Tolico!
—¿De Tolico, dices?
—¿De quién, si no?
—Espera que me asegure, Bartolo, pero en cabecera sigue apareciendo “Manólogos con Bartolo” y no otra cosa.
—¡En la cabecera! ¡En la cabecera! ¡Ay, Manoliño, pero qué cabezón eres! Déjame que te refiera un retazo de auténtica Historia. Hete aquí que María Guerrero necesitó resolver un asunto con Galdós y pidió a una persona de su confianza que se acercase a casa del maestro en su nombre; y helada se quedó la actriz al observar ya de vuelta a la mandadera literalmente desencajada. ¿Sabes por qué? Porque advirtió que no era don Benito quien escribía, sino su secretario. La salud del literato no le permitía ya realizar esa tarea y dictaba su obra. ¿Lo pillas? ¿Quién es el amanuense? ¿Y quién dicta?
—Mi querido Tolico, tienes razón en que no te faltan cualidades para ser mi dictador. ¿Lo pillas?
—Y respecto al título de la entrada, no sé cómo interpretarlo. ¿Tanto te incomodan mis realidades que preferirías verme muerto? Te quedarías sin blog. Y por tu bien, espero que no pasen por tu cabeza ideas asesinas. ¿Llegaría tarde Bartolo a su funeral? Primero, que mi funeral siga esperando. Y segundo, ¿es que no resulta evidente que, como establece la sabiduría popular, Tolico es el niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro? ¡Habrase visto! Por cierto, ¿a qué viene esta tontería?
—A que hace unos días, un ciudadano llegó tarde a su propio funeral.

lunes, 14 de abril de 2008

Si se calla el cantor… o la evolución de los tiempos

—Era yo niño…
—¡Otra batallita! Pero, ¡qué habré hecho yo, Señor, para merecer tal castigo!
—Bartolo, y te digo Bartolo y no Tolico, después de la espantada del fin de semana, lo primero que debieras hacer es pedir disculpas, y lo segundo, ¡depón tu actitud!
—¡Chincha, Manoliño! Negaste el libre albedrío en una de las primeras entradas en enero: ¿por qué no la relees? Pues bien, ignoro si soy libre, pero me siento libre y eso es lo que cuenta, y entraré a mi blog —no olvides que se llama Manólogos con Bartolo— cuando me plazca. ¿Algo que objetar?
—Insisto, era yo niño cuando las campanas de la iglesia de una de las parroquias del municipio, como si enloqueciesen, comenzaron a tocar a rebato. Los vecinos salieron a la calle angustiados y se encontraron con la noticia de que, en virtud de una concesión administrativa, una empresa pretendía robar el pan de sus hijos: nada más y nada menos que estaba vallando la playa, entonces fuente inagotable de berberecho y almeja. Y cual si se tratase de un nuevo Fuenteovejuna, todos a una, impidieron la privatización de un bien común y público desde toda la eternidad.
—¡Ególatra!
—Y es que, la campana ha sido en la Galicia rural el primer y único medio de difusión hasta hace nada de tiempo: informó de los nacimientos, anunciaba el comienzo de la jornada, proclamaba el mediodía…
—¡Como si tu padre o tu suegro necesitasen de la campana para saber que el Sol se hallaba en lo alto!
—Anunciaba el final de la jornada de trabajo al atardecer, informaba del fallecimiento de un miembro de la comunidad, diferenciando si se trataba de mujer o de varón…
—Debo pensar que se haya quedado vacante alguna plaza de sacristán y Manoliño aspira a ocuparla. De lo contrario, no entiendo este ensayo en torno a las campanas de su municipio.
—Bartolo: las campanas de mi municipio no las hace sonar el sacristán —desde aquí, un fuerte abrazo a Jaime, mi admirado sacristán al que ya me referí—, sino un artilugio electro-mecánico que no se desvía un instante salvo que falte el suministro eléctrico, y que no se equivoca salvo que el operador pulse la tecla equivocada: la responsabilidad sigue siendo del ser humano.
—¿Y de qué va hoy la entrada, colega? ¿De campanas?
—De las campanas de Asados, Tolico, amigo.
—¡Tolico, amigo! ¡Cómo me encanta! Si ya me lo sé. Me hago el interesante, me hago de rogar y Manoliño se vuelve tonto. ¡Qué pena, Señor! ¿Qué quieres que te pregunte, colega?
—¡Habráse visto! Amigo lector, disculpa a Bartolo, accede a la información y valora.
—¡Y valora! Manoliño, ¿y cuándo esperas a cambiar la pila al reloj del pasillo, que me desvelo por las noches aguardando a que dé las horas y nada?

domingo, 13 de abril de 2008

En todo el mundo, vida bajo tierra

Leo que de Norte a Sur y de Este a Oeste, en el sentido más amplio del término, cual si de un topo se tratara, el ser humano sigue haciendo uso de las profundidades.
Pero no creas que ésta es una iniciativa o una necesidad del hombre del siglo XXI. Tomo un libro, paso hojas y leo:

“Aunque muchos lo ignoren, la bahía de Vigo contiene en Rande el más grandioso de los monumentos que en el mundo se han dedicado a la burocracia. Todo ocurrió con ocasión del retorno a España de la Flota de Indias, cargada con joyas y metales preciosos. Ante la amenaza de encontrarse en Cádiz con la Armada Inglesa, las naves españolas prefirieron buscar refugio en Vigo. Una vez allí, no lograron sin embargo desembarcar en la ciudad sus cien millones largos de piezas de oro y plata, destinados a sufragar los gastos de Felipe V en su guerra contra el inglés. Había impedimentos administrativos pues la ley prohibía desembarcar aquella mercancía de América en otro puerto que no fuese Cádiz… Y mientras tenían lugar estas disputas administrativas de pólizas y sellos, llegaron los ingleses y hundieron buena parte del tesoro en el fango de Rande, dejando para la posteridad el más grande de los recuerdos en honor de la estupidez y la cerrazón burocrática.
El tesoro de Rande ha sido objeto de innumerables intentos de rescate a cargo de equipos llegados de todos los países. Pero hasta ahora sólo ha tenido éxito total uno. Fue el Nautilus, comandado por el capitán Nemo, quien consiguió aquí el oro necesario para construir la ciudad sumergida descrita en Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino. Aunque esto, claro está, sólo haya ocurrido en la ficción de Verne o en la imaginación de quienes lo leemos.”

(Díaz, José Luis y Laredo, José María: Guía de las Rutas de Galicia. Caixa Galicia, 1991, pág. 23)

sábado, 12 de abril de 2008

Nos sumamos a la petición del Nobel de la Paz para Irena Sendler

Agradecemos a Antonio la distinción de que nos hace objeto enviándonos la documentación que él estima de nuestro interés. Lástima que, más a menudo de lo que quisiéramos, no seamos capaces de procesarla con la agilidad que desearíamos. Hace unos días, nos hizo llegar la presentación que incluimos seguidamente y, cuando la vimos, se nos erizó el vello (utilizo el plural, que no es mayestático, aludiendo a Bartolo, pero, la realidad es que continúa desaparecido). ¡Qué valentía la de Irena! ¡Qué generosidad! ¡Qué entrega a los demás! ¡Qué admirable gran mujer! ¡Ojalá que Suecia alcance a concederle el Nobel de la Paz!




Advierto que cuesta un poco de esfuerzo leer las diapositivas de la presentación; lo lamento, pero he preferido no manipular lo que ya es una reedición. En Wikipedia, puedes ver también la página de Irena Sendler.

viernes, 11 de abril de 2008

Los otros Daoíz y Velarde

Estimado amigo lector:
Bartolo, en cuanto advirtió que me disponía a preparar una entrada para Global Galicia, como vulgarmente se dice, cogió el cesto de las chufas e hizo mutis por el foro. Luego, vendrá piándolas.
¿Eres tan amable de participar de la entrada de hoy haciendo clic? Gracias.

jueves, 10 de abril de 2008

Bartolo simpatiza con Milly D’Abbraccio

—Te encuentro pensativo, Tolico. ¿Qué te atribula?
—¿Sabías, Manoliño, que una actriz porno aspira a ser alcaldesa de Roma?
—¿Chicholina, de nuevo?
—No, ésta se llama Milly.
—Lo ignoraba, y, si me permites, diría que la imagino atípica, una candidata que no dejará indiferentes a tirios ni a troyanos. ¿Y es esta mujer el motivo de tu preocupación?
—Es que hace publicidad y tiene programa, Manoliño.
—Bartolo, por favor. Lo normal es que una persona que aspira a ocupar un cargo público presente su programa a los electores. Por cierto, ¿qué plantea?
—Milly…
—Te refieres a ella como si fueseis amigos de toda la vida.
—¡Anda, guasón! Digo que Milly aportaría savia nueva al consistorio, y, además, crearía la “ciudad del amor”.
—¡Qué bonito! Roma, la ciudad eterna, transformada en “ciudad del amor” por obra y gracia de la nueva Chicholina.
—Pero, ¡qué incauto eres, colega! ¿Cuándo haré carrera de ti?
—¡Bartolo!
—¡Alto ahí! No quiero escuchar monsergas. Te conozco tan bien que, si no te corto, me castigarías con una perorata de las tuyas que finalizaría con una máxima de este tenor: cada sociedad tiene los políticos que se merece. Y hoy no tengo el cuerpo para asuntos tan profundos, estoy en otra onda… ¿Vas a preguntarme en qué onda o pretendes que sea yo el único muñidor de la entrada del día?
—Adelante, cuéntame lo de tu onda.
—Coincido con el planteamiento publicitario de Milly; es más, lo hago mío. Verás como, dentro de nada, su nombre, Milly, es tan popular como el de Chicholina…
—Es una actriz.
—Sí, pero la verdadera razón está en su campaña publicitaria. ¿Te importa especialmente esta mujer? ¿Te roba el sueño la evolución del Ayuntamiento romano? Y, sin embargo, tú y yo, como medio mundo, estamos hablando del asunto. ¿Por qué? Pues yo te lo digo: porque Milly empapeló la ciudad con su fotografía en cueros.
—Esperaba algo así, Tolico, pero no acabo de ver adónde quieres ir a parar.
—¿Para qué me asocié contigo en esta aventura del blog?... Para hacerme famoso, ¡el mundialmente famoso Tolico! Pero ya tengo claro que no lo conseguiré sólo con tu viejo lapicero, Manoliño. Te veo encantado de cómo funciona la bitácora, de cómo, cada día, nos leen nuevos amigos —a los que doy la bienvenida, por cierto—, pero yo aspiro a más y no puedo callármelo. ¿A que daríamos la vuelta al mundo, y yo cubriría mi objetivo, si publicáramos en el blog la fotografía de los dos en porretas?

P.D.: Lamento que el correo esté inoperativo. Reitero a Anónimo la dirección alternativa que incluía en la entrada de ayer:
roble33@hotmail.com

miércoles, 9 de abril de 2008

De ‘apostódromo’, ludopatía e impuestos

—¡Qué viejo te veo, Manoliño!
—¡Vaya recibimiento, Bartolo! Un piropo así levanta el ánimo.
—No me lo tomes a mal, pero que juzguen mis lectores: estás leyendo la revista Capital de noviembre pasado. ¡Buen ritmo!, ¡buen ritmo! Pero, ¿no te das cuenta de que muchos de esos contenidos son ya historia? ¿Cuándo limpiarás de papeles este cuarto de trabajo?
—Mi querido Tolico: el día tiene sólo 24 horas…
—Menos mal, que, si tuviese más, viviríamos arrastrándonos por las esquinas.
—Pues eso, colega, 24 horas que a cada cual nos alcanzan para lo que nos alcanzan, y llevo el ritmo que soy capaz de llevar. Respecto de los contenidos, permíteme el juego de palabras: puede que algunos sean historia, pero otros ya forman parte de la Historia, como el suelto situado bajo la “Carta del director” y que dice:

“La Generalitat impulsa un programa para prevenir la ludopatía y quiere implicar a la industria del juego. Mientras, ya empiezan a llegar al médico personas adictas a jugar a la Bolsa por Internet.”

—¡Bien por la Generalitat!
—¡Naturalmente! Lo que me chirría es pensar en cómo se implicará la “industria del juego” en una iniciativa así.
—Pero tú, Manoliño, eres muy gallego y no sacas a colación este asunto gratuitamente.
—¡Qué perspicaz, Tolico! Leo estos días que
El primer ‘apostódromo’ del país abre sus puertas en el Paseo de la Castellana. Esta casa de juego se llamará Victoria —me pregunto de quién sobre quién— y permitirá apostar sobre casi todo.
—No sólo eres viejo y carca, sino también amarillista y demagogo. ¡Sé liberal, Manoliño, que es lo que toca! ¿Acaso no juegas tú a la lotería en Navidad? Pues deja que el ciudadano gaste su dinero en apostar si eso le satisface.
—A los piropos, no te respondo. ¿Libertad? ¡Total y absoluta! Pero, ¿caes en la cuenta de que la desintoxicación de los ludópatas se realiza con los impuestos que tú pagas?
—¡Carajo!

P.D.: al paisano que intenta ponerse en contacto con nosotros vía correo electrónico le agradecemos la advertencia sobre el “rebote”, que voy a investigar, y le ofrezco la alternativa: roble33@hotmail.com
Gracias a Anónimo por sus elogios a Bartolo; ahora me explico por qué está así de crecido. Y gracias también a Viajero por su estímulo.

martes, 8 de abril de 2008

Bartolo, orgulloso de Madrid

—¡Qué contento estoy, Manoliño!
—¡Albricias, Tolico! Cómo me encanta verte así, relajado y de buen humor.
—¿Y no me preguntas el porqué?
—Pero si no me dejas tiempo. Anda, suéltalo ya.
—Pues me siento muy orgulloso de mi villa de nacimiento.
—¿Por qué eres así de barroco y misterioso? Di mejor que te sientes orgulloso de ser madrileño. Y yo añado que, después de toda una vida en el rompeolas de las Españas, también, aunque mi cuna se sitúe en la esquina verde. Pero, matiza por qué.
—Porque Madrid es la primera ciudad del mundo que proporcionará conexión wifi gratuita a Internet en sus autobuses urbanos. ¿Te imaginas? Hay que estar al loro para, en el momento en que la instalen en los buses de nuestra línea, darnos de baja con nuestro proveedor doméstico. ¿A que mola?
—¿Qué es lo que mola, Bartolo? Algunas veces me recuerdas a un niño con zapatos nuevos.
—¿Y tú me lo preguntas? Yo, con mi abono transportes y el portátil, me acomodo en el bus y ¡a navegar!, a navegar, a controlar el correo, a bajar pelis y música, a… ¡y todo por la patilla!... Vamos, di algo, que cuando callas no me gustas ni un pelo.
—Se te olvida incluir con el equipaje una sillita plegable.
—No la necesito, yo me las ingenio para pillar asiento.
—Ya sé que en el autobús no la necesitas: es para que, cuando te canses de navegar, bajes al metro y veas un rato la tele, como si estuvieras en el salón de casa. ¡Despierta, Tolico, que algunas veces no te reconozco! ¿Dónde has olvidado tu proverbial sensatez? Como usuarios del transporte público, ¿crees que son éstas nuestras prioridades?

P.D.: Nuestra gratitud a Lali y a Anónimo por entrar al blog y por dejarnos sus comentarios en el post de ayer. Estoy persuadido de que el buen ánimo que hoy muestra Bartolo se debe especialmente al estímulo que para él significa vuestra adhesión. Lástima que Manoliño, como él dice, le haya chafado.

lunes, 7 de abril de 2008

¿Ni agua a quien te mantiene?

—Tolico, Tolico, que llevas dos días ausente del blog.
—¿Ausente yo, Manoliño? No me pinches o resultarás trasquilado.
—¿Trasquilado?
—¡Trasquilado, sí, sí y sí! Has de saber que, si no cuentas conmigo, si no me llamas, hago objeción de conciencia y no me ves el pelo. Estoy seguro de que si comienzas aludiendo a mi ausencia es porque se me echa en falta y alguien te lo habrá señalado. ¡Toma!
—Tendré que revisar el estado de tus biorritmos, Bartolo, que te noto algo tenso. ¡A la entrada de hoy, que ya está bien de introducción!
—¡A la entrada de hoy! ¡A la entrada de hoy! ¿A qué entrada te refieres? ¿Has consensuado conmigo algún asunto? El blog se llama Manólogos con Bartolo y me estás ninguneando, Manoliño: tu actitud te va a costar cara. Y, para que mis amigos lectores aprecien mi firmeza, hoy reflexionaremos en torno al agua. ¿Algo que objetar?
—¡Dios me libre! ¡Encantado! Tu opción, ¿son los trasvases o las desaladoras?
—Manoliño, Manoliño, ¡nada de política!
—¡Qué difícil estás, colega! Cambio de tercio. Hace unas fechas se celebró el Día Internacional del Agua, y los medios de comunicación pusieron a nuestra disposición cifras demoledoras, como el hecho de que mil millones de seres humanos no tienen acceso al agua potable, con lo que eso significa.
—¡Amarillista!
—¿Puedo saber qué te sucede, Tolico?
—Tolico es como me gusta que me llames. Entre personas de buena cuna, yo escuché toda la vida que no debe negarse a nadie el pan ni la sal, lo que equivale a decir que el agua ni se cuestiona, pero ayer leí que ¡los restaurantes se plantean cobrarnos el vaso de agua del grifo!... ¡Y te quedas callado, como un pasmarote! No me extraña que no te haga mella: para la vida social que haces, ¡lo mismo te da!
—No te contradigas: muchos restaurantes cobran desde hace tiempo el pan, ¿o todavía no te enteraste? Eso, sí, muy finamente, bajo el epígrafe “cubierto” o semejante, ¡y tragamos! Y con el agua, si se lo proponen, ¡tragaremos también!
—Pues, ¡no, no y no, Manoliño! Yo plantearé a los cuatro vientos boicotear un día cada semana a los restaurantes que adopten tal medida. Y, si no retrocediesen, ¡boicot permanente! Tú, no te adhieras a mi revolución y verás cómo acabas pagando dos euros por vaciar la vejiga cuando tu próstata te apriete las clavijas, que algo de esto he oído también.

domingo, 6 de abril de 2008

“Desde la frontera”

Ayer incluimos el manifiesto en contra del préstamo de pago en bibliotecas de José Luis Sampedro. Debo reconocer mi debilidad por el autor. Mi amiga Encarna gestionó hace unos años que un centro de educación de personas adultas del norte de este Madrid capitalino de nuestros pecados lleve su nombre, y la generosa invitación de la impulsora me hizo disfrutar del acto bautismal, un acto sencillo pero emotivo en el que el maestro volvió a incidir en la importancia histórica de las fronteras.

Continuando con nuestro planteamiento de dedicar las entradas de fin de semana a antología, releí el discurso de ingreso del Sr. Sampedro en la Real Academia Española. De esa lectura entresaqué estas citas:

“[…]
Es fácil comprobarlo sin salir de aquí. Los muros de esta sala, ¿qué son sino fronteras separándonos de la calle y de la ciudad?
[…]
¡cuántas fronteras cruzándose y entrecruzándose para diferenciarnos por la edad, el sexo, las actividades, los gustos y tantas otras cualificaciones!
[…]
Pues las fronteras, por muy altas que sean las murallas chinas, nunca impiden ignorar lo existente más allá, ni envolverlo en la indiferencia
[…]
tan vital es conservar como cambiar
[…]
sin dinero no es posible elegir nada
[…]
Lo esencial del capitalismo no está en que utilice el mercado mucho más que el plan. Lo fundamental es su creencia de que, gracias a la competencia privada, cuanto más egoístamente se comporte cada individuo, tanto más contribuirá al progreso colectivo. Por tanto, es deseable que cada uno aumente al máximo su beneficio a costa de quien sea y a partir de esa creencia se pasa insensiblemente a pensar también que en la vida sólo importa lo que produce ganancia monetaria. Así se desprestigian todas las actitudes cuyos móviles no sean los económicos; es decir, lo que no se cotiza en el mercado no tiene valor.
[…]
Visto desde mi frontera, el resultado es hoy un mundo con medios técnicos suficientes para alimentar a todos, pero en cuya mitad sur persiste injustamente el hambre.
[…]
Los pueblos del sur se saben más débiles, pero ya no se resignan. Recurren a todos los medios y como la demografía les multiplica emigran como pueden a los países adelantados: no de otro modo acabaron los antiguos romanos descubriendo que los llamados «bárbaros» ya les habían invadido.
[…]
Vulnerar el secreto orden del mundo acarrea la aniquilación del culpable, como ha sucedido siempre con las altas torres que despreciaron al aire.
[…]
el amor forzado no es amor
[…]
no cabe amor sin libertad ni auténtica libertad sin amor
[…]
la muerte no es lo contrario del vivir, sino el horizonte que lo confirma
[…]
Si conscientemente dejamos a la muerte que nos acompañe, hace milagroso cada instante, retoca voluptuosamente el irrecuperable pasado, hace incierto el futuro y así más deseable. No es enemiga, sino amiga, quien nos salva de la decrepitud; pero esta civilización no lo entiende y escamotea la presencia de la muerte en nuestro escenario social.
[…]
no se procura alcanzar la iluminación, sino sentir el latigazo del deslumbramiento. Se busca el estrépito, lo aparatoso, los focos publicitarios; no el silencio, lo auténtico, ni el resplandor tranquilo de la lámpara.
[…]
Lo importante, sea en el centro o en la frontera, es ser lo que se es con dignidad, entendiendo la dignidad ajena. Unos y otros tenemos nuestras razones y motivos.
[…]
¿O quizás en el fondo la humildad tiene también su orgullo?
[…]
me sosiega saber que mis venideros pasos hacia mi última frontera los daré en vuestra compañía y al amparo de vuestro saber.
[…]”

¡Sabrosas! ¿Y si las leyeras en su contexto? Desde aquí, tienes acceso al discurso completo.

sábado, 5 de abril de 2008

Por el placer de la lectura

Antonio me hace llegar el siguiente manifiesto de don José Luis Sampedro:

“Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez un Maestro Nacional llamado D. Justo G. Escudero Lezamit.
A punto de jubilarse, acudía a la escuela incluso los sábados por la mañana, aunque no tenía clases, porque allí, en un despachito que le habían cedido, atendía su biblioteca circulante. Era suya porque la había creado él sólo, con libros donados por amigos, instituciones y padres de alumnos.
Sus "clientes" éramos jóvenes y adultos, hombres y mujeres a quienes sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a cada cual un libro a la semana.
Allí descubrí a Dickens, a Baroja, leí a Salgari y a Karl May.

Muchos años después hice una visita a una bibliotequita de un pueblo madrileño.
No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho cargo recientemente una joven titulada, quien había ideado crear un rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para sentarlos.
Al principio las madres acogieron la idea con simpatía porque les servía de guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio los dejaban allí un rato mientras terminaban de hacer sus compras, pero cuando regresaban a por ellos, no era raro que los niños, intrigados por el final, pidieran quedarse un ratito más hasta terminar el cuento que estaban leyendo.
Durante la espera, las madres curioseaban, cogían algún libro, lo hojeaban y veces también ellas quedaban prendadas.
Tiempo después me enteré de que la experiencia había dado sus frutos: algunas lectoras eran mujeres que nunca habían leído antes de que una simple moqueta en manos de una joven bibliotecaria les descubriera otros mundos.

Y aún más años después descubrí otro prodigio en un gran hospital de Valencia.
La biblioteca de atención al paciente, con la que mitigan las largas esperas y angustias tanto de familiares como de los propios enfermos.
Fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada.
Con un carrito del supermercado cargado de libros donados, paseándose por las distintas plantas, con largas peregrinaciones y luchas con la administración intentando convencer a burócratas y médicos no siempre abiertos a otras consideraciones de que el conocimiento y el placer que proporciona la lectura puede contribuir a la curación,
Al cabo de los años ha logrado dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca con un servicio de préstamos y unas actividades que le han valido, además del prestigio y admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un premio del gremio de libreros en reconocimiento a su labor en favor del libro.

Evoco ahora estos tres, de entre los muchos ejemplos de tesón bibliotecario, al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de pago.
Se pretende obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado, en concepto de canon, para resarcir -eso dicen- a los autores del desgaste del préstamo. Me quedo confuso y no entiendo nada.
En la vida corriente el que paga una suma es porque:
a) obtiene algo a cambio.
b) es objeto de una sanción.
Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada la adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada por cumplir con su misión, que es precisamente ésa, la de prestar libros y fomentar la lectura?
Por otro lado, ¿qué se les desgasta a los autores en la operación?
¿Acaso dejaron de cobrar por el libro vendido?
¿Se les leerá menos por ser lecturas prestadas?
¿Venderán menos o les servirá de publicidad el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus productos?
Pero, sobre todo: ¿Se quiere fomentar la lectura?
¿Europa prefiere autores más ricos pero menos leídos?
No entiendo a esa Europa mercantil.
Personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra.
Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de autor cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña.
¡NO AL PRÉSTAMO DE PAGO EN BIBLIOTECAS!”

José Luis Sampedro

viernes, 4 de abril de 2008

“Merece la pena esperar…”

—Pido permiso a don Camilo, Bartolo, para que nos permita tomar prestadas las cuatro primeras palabras de su discurso de recepción del Premio Cervantes y llevarlas al título de esta entrada…
—Eso, Manoliño, pensará la familia de los dos únicos tripulantes del Saulo, el buque que se hizo a la mar en Barbate con dirección a Canarias y del que no se tenían noticias desde el 13 de marzo.
—El barco, por fin, ha sido encontrado y estoy seguro de que sus tripulantes no dudarán en adoptar la divisa de Cela: “El que resiste, gana”.
—Y, como si fuesen Jonases del siglo XXI, nuestros protagonistas, igual que el gallego universal en el discurso que citas, al llegar a tierra, aceptarán que “todos los puertos son seguros tan pronto como se rinde en ellos la más azarosa y difícil singladura”.

P.D.: Al anónimo comentarista de la entrada ¿Es la formación un arma cargada de futuro?, le dejamos la constancia de nuestra gratitud y la convicción de que sus palabras están “cargadas” de sentido de la realidad.

jueves, 3 de abril de 2008

La Santa Compaña madrileña

Hemos procedido al diario ejercicio de disciplina que supone escribir la entrada habitual, aunque, en ocasiones como ésta, pensando también en Global Galicia. Bartolo le ha dado su conformidad y confía en que seas tan amable de leerla haciendo clic en la frase subrayada. Gracias.

P.D.: No podían faltar unas palabras de gratitud a Lidia. A continuación de su comentario las dejamos.

miércoles, 2 de abril de 2008

Contrastes

—¿Cómo pelarías un huevo crudo, Bartolo?
—Deja que me pellizque para asegurarme de que estoy despierto… Parece que sí, que lo estoy. Observo el título y tampoco me dice nada. Definitivamente, estás tonto, Manoliño. Supuesto que fuese posible, ¿qué utilidad presenta pelar un huevo crudo?
—¿Es que no puedes pensar en dedicarte nada más que a lo que resulte útil? ¿Eres un utilitarista? Has de saber que, hasta el próximo viernes, puedes hacer una escapadita a Ribadeo, asomarte al instituto Porta da Auga —¡qué nombre más hermoso!— y disfrutar de su Feria de la Ciencia y de la Tecnología.
—No tienes lo que hay que tener para que nos vayamos allí, y, ¿es verdad que puede pelarse un huevo crudo?
—Ésta es la decimocuarta edición de la feria; luego, estamos ante una actuación consolidada que hará que la sociedad recoja su fruto a la vuelta de un poco de tiempo en la persona de jóvenes inquietos llamados a destacar en todos los campos de la ciencia y de la tecnología.
—¡Bien por los chicos del Porta da Auga! Ahora que caigo, Manoliño, el título de la entrada —Contrastes— alude a alguna situación que debe de ser la otra cara de la moneda del asunto que comentamos.
—Cuando te aplicas, eres único, Tolico. ¡Efectivamente! Una vez más, haces diana, porque, ¿qué dirías de un niño de siete años que se presenta en clase con dos pistolas cargadas?
—Que estamos ante un joven superdotado que ya dejó atrás la pasión por lo científico.

martes, 1 de abril de 2008

La ciencia necesita cadáveres

—Háblame de la muerte, Manoliño.
—¡Bartolo! ¿Estás tonto?
—El ser humano, colega, se empeña en negar la realidad, y la realidad es que nacer significa comenzar a morir.
—Tolico, si una idea o una cita son testimonio de autoridad para ti, por favor, no olvides citar la fuente; es cuestión de educación, de reconocimiento…
—Vete a freír espárragos y deja ya de ejercer de maestro, que, con tu perfeccionismo, hay días que me agobias.
—Lo siento, lo siento de verdad. Por cierto, ¿a qué viene tu interés por el tránsito?
—Te oí referir la peculiar actitud del gallego del rural ante la muerte, las historias en que participaba la Santa Compaña…
—Alto, alto ahí, Bartolo. No divagues y céntrate.
—Manoliño, no puedo entenderlo, no puedo entender que una sociedad del siglo XXI que, por razones prácticas, utiliza profusamente la cremación no se conciencie acerca de la necesidad de donar los cuerpos sin vida de sus miembros para que la ciencia haga uso de ellos, experimente y facilite la formación de los nuevos profesionales de la medicina.
—¿A qué viene ahora esta preocupación?
—Coincidirás conmigo en que nos debemos los unos a los otros, y nuestra esperanza de vida es la que es debido en buena medida a la generosidad de nuestros antecesores; luego, nosotros debemos sentirnos obligados a allanar el camino a nuestros descendientes. Dicho con crudeza, que eres tan simple que debo expresártelo con todas las palabras: la ciencia necesita cadáveres.
—Entiende, Bartolo, que cambiar la mentalidad en asuntos así de sensibles no resulta fácil…
—Paparruchas, Manoliño: ¡Voluntad, voluntad y voluntad! Y, naturalmente, sentido de la responsabilidad. Yo porto mis carnés de donante de órganos y de donante del cuerpo a mi Facultad de Medicina. No quiero señalar, pero, ¿puedes decir tú lo mismo?