—Tolico, Tolico, que llevas dos días ausente del blog.
—¿Ausente yo, Manoliño? No me pinches o resultarás trasquilado.
—¿Trasquilado?
—¡Trasquilado, sí, sí y sí! Has de saber que, si no cuentas conmigo, si no me llamas, hago objeción de conciencia y no me ves el pelo. Estoy seguro de que si comienzas aludiendo a mi ausencia es porque se me echa en falta y alguien te lo habrá señalado. ¡Toma!
—Tendré que revisar el estado de tus biorritmos, Bartolo, que te noto algo tenso. ¡A la entrada de hoy, que ya está bien de introducción!
—¡A la entrada de hoy! ¡A la entrada de hoy! ¿A qué entrada te refieres? ¿Has consensuado conmigo algún asunto? El blog se llama Manólogos con Bartolo y me estás ninguneando, Manoliño: tu actitud te va a costar cara. Y, para que mis amigos lectores aprecien mi firmeza, hoy reflexionaremos en torno al agua. ¿Algo que objetar?
—¡Dios me libre! ¡Encantado! Tu opción, ¿son los trasvases o las desaladoras?
—Manoliño, Manoliño, ¡nada de política!
—¡Qué difícil estás, colega! Cambio de tercio. Hace unas fechas se celebró el Día Internacional del Agua, y los medios de comunicación pusieron a nuestra disposición cifras demoledoras, como el hecho de que mil millones de seres humanos no tienen acceso al agua potable, con lo que eso significa.
—¡Amarillista!
—¿Puedo saber qué te sucede, Tolico?
—Tolico es como me gusta que me llames. Entre personas de buena cuna, yo escuché toda la vida que no debe negarse a nadie el pan ni la sal, lo que equivale a decir que el agua ni se cuestiona, pero ayer leí que ¡los restaurantes se plantean cobrarnos el vaso de agua del grifo!... ¡Y te quedas callado, como un pasmarote! No me extraña que no te haga mella: para la vida social que haces, ¡lo mismo te da!
—No te contradigas: muchos restaurantes cobran desde hace tiempo el pan, ¿o todavía no te enteraste? Eso, sí, muy finamente, bajo el epígrafe “cubierto” o semejante, ¡y tragamos! Y con el agua, si se lo proponen, ¡tragaremos también!
—Pues, ¡no, no y no, Manoliño! Yo plantearé a los cuatro vientos boicotear un día cada semana a los restaurantes que adopten tal medida. Y, si no retrocediesen, ¡boicot permanente! Tú, no te adhieras a mi revolución y verás cómo acabas pagando dos euros por vaciar la vejiga cuando tu próstata te apriete las clavijas, que algo de esto he oído también.
—¿Ausente yo, Manoliño? No me pinches o resultarás trasquilado.
—¿Trasquilado?
—¡Trasquilado, sí, sí y sí! Has de saber que, si no cuentas conmigo, si no me llamas, hago objeción de conciencia y no me ves el pelo. Estoy seguro de que si comienzas aludiendo a mi ausencia es porque se me echa en falta y alguien te lo habrá señalado. ¡Toma!
—Tendré que revisar el estado de tus biorritmos, Bartolo, que te noto algo tenso. ¡A la entrada de hoy, que ya está bien de introducción!
—¡A la entrada de hoy! ¡A la entrada de hoy! ¿A qué entrada te refieres? ¿Has consensuado conmigo algún asunto? El blog se llama Manólogos con Bartolo y me estás ninguneando, Manoliño: tu actitud te va a costar cara. Y, para que mis amigos lectores aprecien mi firmeza, hoy reflexionaremos en torno al agua. ¿Algo que objetar?
—¡Dios me libre! ¡Encantado! Tu opción, ¿son los trasvases o las desaladoras?
—Manoliño, Manoliño, ¡nada de política!
—¡Qué difícil estás, colega! Cambio de tercio. Hace unas fechas se celebró el Día Internacional del Agua, y los medios de comunicación pusieron a nuestra disposición cifras demoledoras, como el hecho de que mil millones de seres humanos no tienen acceso al agua potable, con lo que eso significa.
—¡Amarillista!
—¿Puedo saber qué te sucede, Tolico?
—Tolico es como me gusta que me llames. Entre personas de buena cuna, yo escuché toda la vida que no debe negarse a nadie el pan ni la sal, lo que equivale a decir que el agua ni se cuestiona, pero ayer leí que ¡los restaurantes se plantean cobrarnos el vaso de agua del grifo!... ¡Y te quedas callado, como un pasmarote! No me extraña que no te haga mella: para la vida social que haces, ¡lo mismo te da!
—No te contradigas: muchos restaurantes cobran desde hace tiempo el pan, ¿o todavía no te enteraste? Eso, sí, muy finamente, bajo el epígrafe “cubierto” o semejante, ¡y tragamos! Y con el agua, si se lo proponen, ¡tragaremos también!
—Pues, ¡no, no y no, Manoliño! Yo plantearé a los cuatro vientos boicotear un día cada semana a los restaurantes que adopten tal medida. Y, si no retrocediesen, ¡boicot permanente! Tú, no te adhieras a mi revolución y verás cómo acabas pagando dos euros por vaciar la vejiga cuando tu próstata te apriete las clavijas, que algo de esto he oído también.
2 comentarios:
“Con la risa entre los labios, el botijo y la vasera, allá van las aguadoras cual pregón de primavera, ¡agua! ¡agua! ¡agua! de la fuente del berro fresquita y clara”.
Entonces, en las estaciones de autobuses y de tren pagábamos a las aguadoras 0’5 cm. de peseta por un trago del botijo. Tengo la sensación de que el cuco se me ha parado, ¿han cambiado los tiempos? A río revuelto, ganancia de pescadores, me uno a Bartolo en su iniciativa “boicotear un día cada semana a los restaurantes que adopten tal medida”.
Un saludo.
Hoy dia 8/4/08,retomo la lectura de manologos con Bartolo,pues l en las vacaciones se desconecta uno de todo.Pero me parece muy interesante el agua,este don tan preciado y que nos olvidamos de las muchas personas que carecen de el y las otras muchas personas que derrochamos tan preciado liquido...yo tambien me acuerdo de los botijos ¡ que tiempos aquellos ! bueno me entra la nostalgia y hay que mirar al futuro un besazo.
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