—El gran Sócrates, además de reconocer humildemente que no sabía nada, persiguió que sus conciudadanos fuesen personas cultas. Que yo sepa, no llegó a decir como mi admirado Celaya que “La poesía es un arma cargada de futuro”, pero valoró profundamente la formación. Y a todo esto, ¿de qué va hoy la entrada, Manoliño?
—Pues, como tú imaginas, de formación, de educación. Leo que la Comunidad de Madrid censa más de 40.000 personas analfabetas absolutas.
—¿Son muchas?
—Como siempre, Bartolo, depende del color del cristal: uno de los titulares proclama que hace cinco años el número era el doble.
—Considerando que el mayor volumen de analfabetismo se circunscriba en torno a las personas mayores, ¿no será que la extraordinaria reducción de ese número haya de atribuirse a causas naturales?
—Por otro lado, el sistema, cuando no quiere, no se entera del resultado de curiosas investigaciones.
—¿Como cuál?
—La de Harvard, que concluye que la esperanza de vida aumenta con la formación.
—Estás loco, colega. Ignoro qué uso das a ese cabezón. Fíjate en mi cabecita y en cómo reflexiono: el sistema, como tú dices, cuantas menos pensiones deba abonar, pues eso que se ahorra.
—No seas malvado, Tolico. Ya sé que ésta es tu nota graciosa y que no sientes lo que dices. Por otro lado, ¡qué delicia cuando lees que se alfabetiza un brasileño de 101 años!
—Casi como Sócrates.
—Y, ¡qué pena cuando te enteras de que es juzgado un joven por quebrantar la sentencia que le obliga a alfabetizarse!
—A la vez que yo, Tolico, pido a Óscar que no nos tome en consideración esto último, manifiesto que una sociedad carente de formación sólida está llamada a perder la batalla del futuro.