Mi querido Bartolo: continuando con tu sugerencia, hoy sábado —día de llanto desde Mondragón, de antología y, excepcionalmente, de reflexión— incorporamos un fragmento de un texto que el conde de Saint-Germain dirige a su amigo Cagliostro, y que dice así:
“Llamado desde mi más tierna infancia a las cosas grandes, me dedicaba a conocer cuál era la verdadera gloria. La política me pareció la ciencia de engañar; la táctica, el arte de asesinar; la filosofía, la orgullosa manía de desatinar; la física, bellos sueños sobre la naturaleza y los extravíos continuos de gentes transportadas a un país desconocido; la teología, el conocimiento de las miserias a las que conduce el orgullo humano; la historia, el triste estudio de los yerros y perfidias. De lo cual deduje que el hombre de Estado es un embustero hábil, el héroe un loco ilustre, el filósofo un ser raro, el físico un ciego digno de compasión, el teólogo un preceptor fanático y el historiador un charlatán.”
“Llamado desde mi más tierna infancia a las cosas grandes, me dedicaba a conocer cuál era la verdadera gloria. La política me pareció la ciencia de engañar; la táctica, el arte de asesinar; la filosofía, la orgullosa manía de desatinar; la física, bellos sueños sobre la naturaleza y los extravíos continuos de gentes transportadas a un país desconocido; la teología, el conocimiento de las miserias a las que conduce el orgullo humano; la historia, el triste estudio de los yerros y perfidias. De lo cual deduje que el hombre de Estado es un embustero hábil, el héroe un loco ilustre, el filósofo un ser raro, el físico un ciego digno de compasión, el teólogo un preceptor fanático y el historiador un charlatán.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario