—Esfuérzate un poco y seguro que encuentras un título algo más amarillo, Manoliño. ¿O buscas que los noieses te corran a gorrazos en la próxima ocasión que te pierdas por las empedradas calles medievales de la villa?
—¡Qué exagerado eres, Tolico! Sabes de mi pasión por Noia, y no me preguntes el porqué. No es éste el lugar en que realizar un ensayo en torno a ella y tan sólo podemos remitir a nuestros amigos a la página de la Diputación, que la web municipal se halla en construcción desde toda la eternidad. Por fortuna, no faltan plumas con sensibilidad y hondura que dan testimonio del encanto de aquel rincón, como la de Álvaro de las Casas, que finaliza su estudio en torno a la iglesia de Santa María a Nova con estas palabras: “…al llegar aquí, como al pasar el Leteo legendario, una vida empezará en vosotros sin remembranzas enojosas ni recuerdos ingratos. Todo el mal está en que, como yo, quedaréis prendidos para siempre en la dulzura inefable y la helénica alegría de este hondo puerto jacobeo que alza un hito, el mejor, en los mejores itinerarios del espíritu”.
—¡Manoliño, no dejes que te pierda la pasión! Hoy no es día de antología, sino de comentario habitual; así que, ¡céntrate, bonito!
—Acepto la observación, Bartolo. Un corte en el suministro eléctrico al equipo repetidor de señal dejó a Noia sin televisión abierta durante 23 horas.
—Míralo desapasionadamente, colega: en pleno siglo XXI, resulta incomprensible que suceda una cosa así.
—¡Naturalmente! Sin embargo, resulta curioso observar las necesidades televisivas que recoge la noticia: un ciudadano espera que la incidencia esté resulta para el fin de semana, cuando corra Fernando Alonso; una pareja fiel seguidora de House no quiere perder la evolución de la serie; unas noiesas esperan con impaciencia la decisión de Rajoy…
—Sara y Moncho, los periodistas responsables de esta noticia, intuyo que nos informan de modo sesgado, Manoliño.
—¿Dudas, acaso, de su profesionalidad, Bartolo?
—¡Dios me libre! Pero les faltó pulsar el sentir de ese inconmensurable sector social ávido consumidor de la carroña del corazón. Imagino su ansiedad.
—Formidable la actitud del noiés que aprovechó su forzada libertad para pasear. Y, a lo mejor, dentro de nueve meses, hasta se constata un repunte en la natalidad local, como en el caso del famoso apagón de Nueva York.
—Ahora bien, Manoliño, los noieses se quedaron sin aire, pero yo sé de alguno que pierde la vida cuando le falta la conexión a Internet. ¡Toma!
P.D.: Unas palabras a los comentarios que nuestros amigos nos dejaron en la entrada de ayer.
—¡Qué exagerado eres, Tolico! Sabes de mi pasión por Noia, y no me preguntes el porqué. No es éste el lugar en que realizar un ensayo en torno a ella y tan sólo podemos remitir a nuestros amigos a la página de la Diputación, que la web municipal se halla en construcción desde toda la eternidad. Por fortuna, no faltan plumas con sensibilidad y hondura que dan testimonio del encanto de aquel rincón, como la de Álvaro de las Casas, que finaliza su estudio en torno a la iglesia de Santa María a Nova con estas palabras: “…al llegar aquí, como al pasar el Leteo legendario, una vida empezará en vosotros sin remembranzas enojosas ni recuerdos ingratos. Todo el mal está en que, como yo, quedaréis prendidos para siempre en la dulzura inefable y la helénica alegría de este hondo puerto jacobeo que alza un hito, el mejor, en los mejores itinerarios del espíritu”.
—¡Manoliño, no dejes que te pierda la pasión! Hoy no es día de antología, sino de comentario habitual; así que, ¡céntrate, bonito!
—Acepto la observación, Bartolo. Un corte en el suministro eléctrico al equipo repetidor de señal dejó a Noia sin televisión abierta durante 23 horas.
—Míralo desapasionadamente, colega: en pleno siglo XXI, resulta incomprensible que suceda una cosa así.
—¡Naturalmente! Sin embargo, resulta curioso observar las necesidades televisivas que recoge la noticia: un ciudadano espera que la incidencia esté resulta para el fin de semana, cuando corra Fernando Alonso; una pareja fiel seguidora de House no quiere perder la evolución de la serie; unas noiesas esperan con impaciencia la decisión de Rajoy…
—Sara y Moncho, los periodistas responsables de esta noticia, intuyo que nos informan de modo sesgado, Manoliño.
—¿Dudas, acaso, de su profesionalidad, Bartolo?
—¡Dios me libre! Pero les faltó pulsar el sentir de ese inconmensurable sector social ávido consumidor de la carroña del corazón. Imagino su ansiedad.
—Formidable la actitud del noiés que aprovechó su forzada libertad para pasear. Y, a lo mejor, dentro de nueve meses, hasta se constata un repunte en la natalidad local, como en el caso del famoso apagón de Nueva York.
—Ahora bien, Manoliño, los noieses se quedaron sin aire, pero yo sé de alguno que pierde la vida cuando le falta la conexión a Internet. ¡Toma!
P.D.: Unas palabras a los comentarios que nuestros amigos nos dejaron en la entrada de ayer.
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