martes, 18 de marzo de 2008

Gato blanco o gato negro…

—Hoy, Tolico, de tranquis, que dice la peña joven.
—No me agobies con los gatos, que ya sabes que me producen erisipela, Manoliño.
—Los Archivos Nacionales británicos acaban de desclasificar un curioso informe que descoloca al ser humano más sereno. Es conocido que Hitler se dejaba seducir por la astrología a la hora de tomar decisiones. Lo que yo ignoraba es que el servicio reservado del Reino Unido —con lo cartesianos que son ellos— estimase que el secreto para acabar con el genocida estaba escrito en las estrellas.
—Las estrellas, colega, como el papel e Internet, lo soportan todo. Y a buscar un astrólogo de prestigio, supongo…
—Y supones bien, porque no tuvieron que romperse mucho las entendederas para dar con un charlatán berlinés que en pleno 1940 cobraba en Londres el equivalente a mil euros a quien quisiera utilizar su capacidad adivinatoria.
—¡Admirable embaucador! ¡Qué envidia! Mejor que colaborar graciosamente contigo en el blog, voy a estudiar pasarme a ese negocio…
—El Gabinete de Guerra calificó al sujeto de inteligente y astuto, y se dice que la estrategia británica parecía depender de su criterio…
—Pero…
—Pero, como no cazaba ratones, fue apartado del servicio.
—No me extraña en absoluto, Manoliño, porque no es en vano que Lincoln ya advirtió que “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”.

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