
—¡Qué pena, Manoliño! Eres como la mantequilla y he perdido ya la esperanza de que te endurezcas.
—Disimula cuánto quieras, Bartolo, pero yo sé que no eres ni por lo más remoto el ser insensible que pretendes aparentar.
—Limpia las gafas de cuando en cuando.
—Pues bien, Tolico, mientras el mar arrasaba el paseo marítimo de A Coruña, un anónimo Rogelio, con grave riesgo para su vida, rescata y pone a salvo a un niño de once años.
—Y, además, resta importancia a la acción.
—Decididamente, colega, la tragedia nos reconcilia con el ser humano que llevamos dentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario