
Con los ojos cerrados, puedo describir el lomo del libro: arriba, el nombre del autor seguido de doble subrayado; un poco más abajo, el título; y, al pie, la editora, la librería Galí, de Santiago. Pues bien, leo en La Voz que vuelve La Casa de la Troya. Tomo el viejo ejemplar, leído hace muchos años, cuando todavía no subrayaba, paso hojas y te ofrezco estas líneas:
“— ¿Usted ha estado en Madrid? —interrogó Gerardo.
—No, señor; pero un año de estos, antes de llegar a viejo, le he de ir allá a correrla unos días… Y eso que por acá también se le corre… !Y más bien!
— ¿Aquí? —preguntó el estudiante asombrado.
— ¿E logo? Se extraña usted, claro está. A todos les ocurre lo mismo cuando vienen por primera vez. Piensan que en Santiago no es posible divertirse.
— ¿Con la lluvia, las calles a oscuras y esta tristeza…?
—Con todo eso, señorito. Tristeza hayla, no se puede negar; agua del cielo también cae abondo, mas para estar alegre basta con que uno tenga alegría. En teniendo el cuerpo contento, se ríe uno así estén las piedras de la Catedral negras de un mes de lluvia… En cuanto a la oscuridad de las calles, hale de parecer muy bien cuando lleve aquí una temporadiña y se arme su choyo con alguna rapaza. Eso de los faroles apagados le es cosa de un concejal que conocía bien el pueblo y las conveniencias de los hombres, sobre todo de las personas serias.
— ¿Y llueve siempre como hoy?
—Mucho más. Lo de hoy no le es nada; un orballo.
— ¿Es verdad que dura muchos días el agua?
—!Ay!, le hay veces que se le pasa un mes lloviendo. Y algunas, más. Pero non pase pena; los primeros días estará usted mal, luego se acostumbrará usted y…”
“— ¿Usted ha estado en Madrid? —interrogó Gerardo.
—No, señor; pero un año de estos, antes de llegar a viejo, le he de ir allá a correrla unos días… Y eso que por acá también se le corre… !Y más bien!
— ¿Aquí? —preguntó el estudiante asombrado.
— ¿E logo? Se extraña usted, claro está. A todos les ocurre lo mismo cuando vienen por primera vez. Piensan que en Santiago no es posible divertirse.
— ¿Con la lluvia, las calles a oscuras y esta tristeza…?
—Con todo eso, señorito. Tristeza hayla, no se puede negar; agua del cielo también cae abondo, mas para estar alegre basta con que uno tenga alegría. En teniendo el cuerpo contento, se ríe uno así estén las piedras de la Catedral negras de un mes de lluvia… En cuanto a la oscuridad de las calles, hale de parecer muy bien cuando lleve aquí una temporadiña y se arme su choyo con alguna rapaza. Eso de los faroles apagados le es cosa de un concejal que conocía bien el pueblo y las conveniencias de los hombres, sobre todo de las personas serias.
— ¿Y llueve siempre como hoy?
—Mucho más. Lo de hoy no le es nada; un orballo.
— ¿Es verdad que dura muchos días el agua?
—!Ay!, le hay veces que se le pasa un mes lloviendo. Y algunas, más. Pero non pase pena; los primeros días estará usted mal, luego se acostumbrará usted y…”
1 comentario:
Santiago es único. Único.
Publicar un comentario